REMEMBRANZAS SOBRE LOS PRIMEROS AÑOS DEL CENTRO HALLEY – UIS

REMEMBRANZAS

SOBRE LOS PRIMEROS AÑOS DEL CENTRO HALLEY – UIS. 

Blanca Inés Prada Márquez

Sin duda que muchas personas se preguntarán hoy cómo nació en la Universidad un grupo de estudios dedicado a investigar sobre los fenómenos celestes. Pero lo más curioso es cuando les cuentan que ese grupo de “amantes de la astronomía” fue fundado por una mujer que pertenecía a la Escuela de Ciencias sociales. Por ello es importante contarles la Historia, pues, aunque esa mujer lo cuenta todo en sus –Paisajes de mi vida-, muchos no han leído el libro todavía y de pronto ni lo leerán.

Como todos sabemos la Astronomía es la madre de todas las ciencias, puesto que los fenómenos celestes fueron los primeros que llevaron al hombre a hacerse preguntas y a buscar explicaciones. El paso del día a la noche, el recorrido diario del Sol, la Luna y las estrellas, entre otros muchos de estos eventos siderales fueron los primeros que llevaron a los seres humanos a desarrollar esa primera ciencia que hoy llamamos astronomía.

Desde muy niña, cuando mis padres vivían en una finca llamada Las Palmas, en cuyo patio de la casa había una inmensa piedra donde mi padre se sentaba en las noches a tocar el tiple y sus hijos, los más grandecitos, nos dedicábamos a contar estrellas, yo sentía curiosidad por saber algo de esas lucecitas. Más tarde en mi bachillerato tuve la suerte de tener un profesor de física que nos hablaba de Galileo y de su lucha por demostrar que la Tierra era un planeta más que circulaba alrededor del Sol y no estaba estática como lo aseguraba la Iglesia católica. Pero todas estas enseñanzas eran superficiales. Sólo cuando en 1977 logré entrar a mi maestría en Francia sobre Filosofía de la ciencia y entre sus grandes profesores tuve la suerte de tener al doctor Maurice Clavelin, gran especialista de Galileo y autor del libro Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre las dos nuevas ciencias, 1970, fue cuando empecé con esmero a estudiar a Galileo y hasta logré redactar mi primer libro en torno a este maravilloso científico. Como también tuve la oportunidad de participar en un grupo de Amantes de la Astronomía, llamado Antares. Entonces empecé a estudiar esta maravillosa ciencia.

Cuando en 1984 fui aceptada en la UIS como profesora de Historia de las ciencias, además de mi libro –Galileo Galilei: su vida, su obra y sus aportes al método científico de la ciencia moderna 1983-, traía también conmigo un modesto telescopio, unos muy buenos binoculares, El famoso libro Cosmos de Carl Sagan y muchos otros libros de historia de las ciencias, y por supuesto también la revista mensual sobre Historia de la Astronomía, a la cual me había inscrito mi esposo.

Muy emocionada por haber sido aceptada como profesora de Historia de las Ciencias en la UIS, desde el primer día de clase -primer lunes de febrero- les hablé a mis alumnos de mi pasión por la Astronomía y les conté que había formado parte de un grupo de aficionados a ella en Le Mans, Francia, llamado Antares y que me gustaría organizar un grupo en la UIS.  Mis alumnos eran de física, matemáticas, química, biología, y algunos de diversas ingenierías. Todos eran muy buenos estudiantes y la idea de organizar un grupo de “Aficionados a la Astronomía” les cayó a algunos muy bien.

Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse a mediados de abril cuando un despelote de los estudiantes llevó a que se interrumpieran las clases por tres meses. Por fortuna -como cuento en mis Memorias– pude contactarme un día en la cafetería con Luis Eduardo Ibáñez y Martica Acevedo, estudiantes de física, y ellos mismos me dijeron que este receso podía aprovecharse para organizar el grupo de “Amantes de la Astronomía”. Ellos se encargaron de conseguir estudiantes interesados en el tema y con la colaboración del doctor Armando Gómez, el director de mi Escuela, logramos conseguir un salón en la Casa de la Cultura Custodio García Rovira donde hicimos la primera reunión el segundo sábado de abril de 1984.

Aquello fue apoteósico. Yo llegué cargada con todo lo que había traído de Francia, y ese primer día llegaron a la primera reunión Luis Eduardo Ibáñez, Martica Acevedo, Oscar Gualdrón y Jorge Mejía de Física, Fabio Aguirre y William Rodríguez de Química, Sergio Neira de Biología, César González de Ingeniería Mecánica, Ramiro Serrano y Ernesto Carrillo de Matemáticas. Ernesto venía con su padre que era médico y gran amante de la Astronomía.

Desde la primera reunión nos pusimos tareas: lo primero era estudiar el libro –Los amantes de la Astronomía– que yo dejaría en la fotocopiadora y Luis Eduardo se ofreció a presentar el sábado siguiente una síntesis del libro mostrando su importancia.

Fabio Aguirre recibió mi telescopio y se comprometió a responder por él y a hacer observaciones desde la terraza de su casa en las noches despejadas y con quienes quisieran ir a observar. La meta para la segunda reunión era traer más personas y buscarle nombre al grupo. Yo les dejé también en la fotocopiadora una Revista de la colección “Ciel et Space”, a la que yo estaba suscrita, y estaba toda dedicada a la próxima visita en 1986 del Cometa Halley. Se les pidió a todos buscar para la próxima reunión el nombre que le daríamos al grupo.

Al sábado siguiente fuera de los jóvenes ya mencionados, llegaron: Gloria Gómez de Música, Teresa Jaimes y William Lizcano de Química, Carlos Oviedo, Alberto Gómez y José Chacón de Física y Flor Monguí de sexto de bachillerato, amiga de alguien del grupo. Creo que llegaron más pero no recuerdo haber anotado todos los nombres, lo cierto es que el grupo siguió creciendo cada día.

Luis Eduardo Ibáñez se lució con una brillante conferencia sobre el libro Los amantes de la Astronomía, que algunos del grupo ya lo habían fotocopiado. Fabio Aguirre, el encargado del telescopio, había estado muy consagrado haciendo observaciones cuando había buen tiempo con algunos compañeros de su residencia, y así les enseñó todas las partes del telescopio, y con una revista que yo le había prestado también les mostró algunas de las muchas clases de telescopio que ya se conseguían en el mercado, eso sí, a precios bien altos. Al final de la reunión todos al unísono decidimos que el nombre del grupo sería “Centro Halley de aficionados a la Astronomía”. Se acordó para el encuentro del siguiente sábado investigar sobre los Cometas y sobre la próxima visita del Halley. Y así seguimos encontrándonos cada sábado hasta el mes de agosto cuando con la reapertura de la Universidad, se nos permitió reunirnos en el salón 201 del edificio Camilo Torres, pero ya no los sábados sino los jueves de 6 a 7 p.m.

La primera reunión después de la apertura del semestre fue increíble. Los chicos ya sabían mucho sobre Astronomía y habían escogido temas para ofrecer charlas. A veces proyectábamos diapositivas en mi proyector de las que yo había traído de Francia y de las que me enviaban los compañeros del grupo Antares. Y cuando lográbamos que nos prestaran un televisor veíamos capítulos del libro Cosmos.  Después de la reunión cuando el tiempo era favorable hacíamos observaciones astronómicas dirigidas por Fabio Aguirre, Luis Eduardo Ibáñez y William Rodríguez, quienes se habían vuelto expertos en manejar mi catalejo.

En el segundo semestre nos empezaron a acompañar profesores de ciencias, entre otros Bernardo Mayorga, Augusto López, Jorge Panqueva, Juan Manuel Barrera, Edgar Páez, su esposa, y a veces ellos también ofrecían charlas. La colaboración de los profesores de física y matemáticas fue muy importante para lograr que la escuela de Física se interesara en el grupo. El 6 de diciembre de 1984 podemos decir que fue el bautizo del grupo. Nos dieron el salón 207 de Mecánica, se nombró una Mesa directiva y se hizo su instalación, el Acta de esta reunión debe figurar en los archivos del Grupo. La colaboración de estos profesores fue muy importante para que en la Facultad de Ciencias empezara a interesarse en nuestras actividades. Otros profesores de Física, Química y Matemáticas también daban de vez en cuando charlas, y a veces iban a las observaciones.

            Después de la reunión, cuando el tiempo era favorable, hacíamos observaciones astronómicas dirigidas por Fabio Aguirre, Luis Eduardo Ibáñez y William Rodríguez, que eran ya expertos en conocer el mapa del cielo. Para aquella época disfrutábamos ya de cartas celestes enviadas por un grupo de aficionados de Medellín, dirigido por el director del Planetario, a quien le habíamos escrito solicitándole materiales. También habíamos recibido cartas celestes del grupo ASASAC (Asociación de Astrónomos Autodidactas de Colombia), con sede en Bogotá, donde yo tenía algunos amigos.

             Unas semanas después de la organización del grupo se lo conté al profesor Libardo León Guarín, mi decano, y él en seguida me pidió una cita para que hablara personalmente con el señor rector, el doctor Jaime Luis Gutiérrez, quien, según Libardo, era también amante de la astronomía. El rector me dio la cita para el día siguiente; me recibió con mucha amabilidad, me invitó a sentarme e hizo traer tinto con galleticas para los dos. Yo le llevaba mi libro de Galileo con una dedicatoria; él lo hojeo y me prometió empezar a leerlo esa misma noche. Charlamos sobre muchos temas relacionados con el cosmos, pero pude darme cuenta de que lo que a él le gustaba era la astrología, y desafortunadamente yo era una afiebrada crítica de ella. Sin embargo, tuvimos una charla interesante, y lo mejor de todo fue que me dio la dirección y el teléfono del señor José Petroff, un ruso amante de la astronomía que había llegado a trabajar hacía varios años a la UIS, pero en esos días andaba enfermo. El señor Petroff fue un gran colaborador del grupo Halley, nos donó muchas revistas y dos años después de conocerlo nos regaló el telescopio para el grupo de astronomía, junto con todas las revistas y algunos libros de su colección. Después del obsequio, un grupo del Halley vino a visitarlo y quedaron encantados de él; lo único que lamentaban era que estuviera tan enfermo. Martica, que pintaba muy bien, hizo un bonito retrato de Petroff, el cual todavía reposa en la oficina del Halley. En mis Paisajes cuento muchas cosas interesantes de este gran amante de la Astronomía, a quien sus enfermedades no le permitieron desarrollar sus proyectos, entre otros instalar en la sala de su casa un Observatorio astronómico.

La organización administrativa del grupo Halley era bien sencilla: presidente, Fabio Aguirre; vicepresidente, Luis Eduardo Ibáñez; tesorero, Ramiro Serrano; secretaria, Teresa Jaimes; yo figuraba como coordinadora. Se había solicitado una cuota de cien pesos mensuales, que se utilizaba más que todo en papelería, pero en general no había fondos para nada; cuando salíamos a hacer observaciones teníamos que meternos la mano al bolsillo, y los chicos casi todos eran pobres; la mayoría de las veces los costos recaían sobre mí, que ganaba también poco. La plata nos hacía falta en particular cuando íbamos a hacer observaciones fuera de la ciudad, casi siempre a Catay, que era cerca y no nos cobraban la entrada; eso sí era requisito que yo estuviera presente.

            Alquilábamos dos carpas, una para las mujeres y otra para los hombres. Los mismos chicos habían establecido que las salidas de observación eran actividades científicas, por lo cual no había paseos de pareja ni nada por el estilo. Desde un comienzo yo les advertí que los acompañaba como una persona más del grupo, es decir, que no iba a cuidar a nadie, y siempre me admiró el rigor y la disciplina que los mismos jóvenes se imponían entre ellos. Salí muchas veces durante varios años con el grupo a diversas partes, y no tengo ni siquiera una queja. Su comportamiento fue siempre absolutamente respetuoso de las normas que ellos mismos se habían impuesto. Algo más, nunca vi jóvenes que llevaran alcohol, ni siquiera que fumaran cigarrillo; la única pasión que los animaba era el conocimiento y la exploración de nuestro maravilloso universo.

            Comentando con algunos profesores, entre otros con Bernardo Mayorga y Augusto López, el problema de la falta de recursos para las actividades del Halley, ellos me sugirieron tratar de inscribir el grupo en un departamento para que lograra los beneficios que tenían los otros grupos de la universidad. Augusto pensaba que lo mejor sería vincularlo a la Escuela de Física. Lo comentamos en una de nuestras reuniones semanales y se acordó que un grupo iría a hablar con el señor decano de Ciencias para que autorizara hacer la reunión. Esta reunión se hizo el 6 de diciembre de 1984 en el salón 207 de Camilo Torres, y fue como el bautizo oficial del centro Halley. El acta de esta reunión se encuentra hoy en los archivos del Halley, gracias al cuidado que ha tenido Jimmy Mantilla, físico y apasionado como nadie por la astronomía, en buscar todos los rastros de los primeros años del grupo.

            En la reunión mostramos a los profesores de ciencias las actividades que realizábamos y los proyectos que teníamos a corto, mediano y largo plazo. Como proyecto fundamental para el siguiente año teníamos la organización de la Primera Semana de la Astronomía, y a largo plazo la construcción de un planetario y un observatorio astronómico. Los profesores, muy amables todos, escucharon al grupo con atención, nos felicitaron y ofrecieron su colaboración.

 El profesor Augusto López hizo una brillante defensa de nuestras actividades; lo mismo hizo el profesor Bernardo Mayorga. Se acordó que el Grupo quedaría adscrito a la Escuela de Física, y que siempre habría un profesor como coordinador. Pero en esta reunión nadie aceptó empezar a serlo, y se acordó que yo seguiría por ahora con la coordinación pues según ellos lo estaba haciendo muy bien. Esta responsabilidad la tuve hasta finales del 89, cuando definitivamente entregué el Grupo a la Escuela de Física, dado que en 1990 me fui a Bogotá a hacer unos estudios en la Universidad Javeriana mientras disfrutaba de mi año sabático, y cuando regresé me dediqué de lleno a la filosofía.

Una de las actividades más interesantes que realizamos en los primeros años del grupo fueron las Semanas de la Astronomía. La primera Semana fue en verdad un éxito total. Se hizo en agosto de 1985 en la Biblioteca Gabriel Turbay, bajo la colaboración del doctor Jorge Valderrama, una persona encantadora, llena de entusiasmo, carismática, apasionada por todos los proyectos que pudieran serle útiles a nuestra región. Por aquella época yo ya tenía mi apartamento muy cerca de la Biblioteca Pública Gabriel Turbay, y en él hicimos con los miembros del grupo casi todas las láminas que expusimos aquella primera Semana, la cual estuvo dedicada a Generalidades sobre el cosmos y a los planetas. Se hicieron dibujos bellísimos; también exhibimos láminas enviadas por Michel desde Francia, así como las que nos obsequiaron de los planetarios de Bogotá y de Medellín, que fueron invitados de honor al evento. Algunos profesores ofrecimos conferencias, yo me di el lujo de hablar casi dos horas de Galileo Galilei, pues me sabía mi librito casi de memoria. La edición de este primer libro era bien modesta, pero en el 2017 pude darme el lujo de editar mi primer libro Galileo Galilei: su vida, su obra y sus aportes al método de la ciencia moderna, corregido y mejorado y hoy puede conseguirse en versión virtual o en papel en Amazón.com

Otros profesores también ofrecieron charlas, lo mismo que dos amigos de Bogotá y Medellín; incluso vino un astrónomo del Observatorio Astronómico de Mérida (Venezuela). Con esos conferencistas mantuvimos desde entonces y por muchos años una excelente colaboración. Presentamos todas las películas de Carl Sagan sobre el Cosmos y en torno a ellas se hacían debates. Hubo participación de los grupos de aficionados a la astronomía que integrantes del Halley habían organizado en los colegios con alumnos de secundaria, y los sábados en la mañana se hicieron actividades para niños de primaria. Todas las noches, si el tiempo lo permitía, se hacían observaciones en la plazoleta de la biblioteca Gabriel Turbay. Fue algo maravilloso. Cuando pienso en estas educativas actividades no me explico cómo logramos, con tan pocos recursos, hacer tantas cosas interesantes y motivar a tanta gente por la astronomía. Estas semanas de la Astronomía se organizaron por varios años; yo estuve al frente de ellas durante cinco años, pero aun después siguieron haciéndose por otros cinco o más años, todas ellas con muy buena participación del público.

Quisiera decir también unas palabras sobre la segunda semana de la astronomía, que, debido a la visita del Cometa Halley a la Tierra en 1986, estuvo toda centrada en el sistema solar y los cometas. Esta semana tuvo un éxito increíble, con mucha participación de la sociedad bumanguesa y de otras regiones de Santander: todos querían ver al cometa Halley. El grupo organizó salidas semanales al Picacho, donde había buena visibilidad. Colegios y universidades contrataban al Centro Halley para que les dirigieran las observaciones; fuimos a otras ciudades a dar conferencias y allí naturalmente se hacían observaciones si el tiempo lo permitía. Ese año se organizaron además grupos de aficionados a la astronomía en casi todos los colegios de secundaria, dirigidos por integrantes del Halley. A la Semana de la Astronomía se trajeron excelentes conferencistas; entre otros nos visitó el doctor Antonio Bernal, un ingeniero antioqueño, apasionado por la astronomía, quien dio una conferencia al público enseñándoles a todos, de una manera muy sencilla y didáctica, el manejo de la carta celeste. Además, se convirtió en uno de los mayores colaboradores del grupo; hasta invitaciones les hizo a los chicos a su finca en Bello, donde tenía un observatorio y una bellísima casa de campo. La excursión que el grupo hizo a esa finca es memorable y Luis Eduardo Ibáñez dejó constancia en su Bitácora de semejante experiencia, digna de una novela.

 También disfrutamos de la valiosa colaboración del doctor Gustavo Gómez, dinámico director por aquellos años del Planetario de Medellín. Muchas veces fuimos con integrantes del grupo a seminarios, talleres y congresos, y nos atendía con gran simpatía, al mismo tiempo que nos animaba a seguir adelante. Lo recuerdo con gran cariño. Una vez me dijo en tono solemne:

–Mire, Blanca Inés, para la divulgación de la astronomía el Planetario es muy importante, así que vamos a hacer esta promesa: usted no se puede morir sin que en Bucaramanga se construya un planetario, y yo no me puedo morir sin que en la Universidad de Antioquia se cree la carrera de Astronomía. No sé por dónde ande hoy el doctor Gómez, pero sí sé que desde el 2009 la Universidad de Antioquia abrió un pregrado de Astronomía que es único en el país. Además, ya tenemos un pequeño Planetario en Bucaramanga, y aunque éste se hizo sin mi colaboración, creo que yo ya me puedo morir tranquila.

La visita del Cometa Halley se estaba preparando desde 1985, y desde entonces empezó un gran despertar de la pasión por la astronomía. En aquel tiempo el señor presidente, doctor Belisario Betancourt, estaba muy emocionado y había nombrado una comisión de astrónomos para que buscaran un lugar propicio para construir un observatorio con mejores condiciones para escudriñar el cielo que el entonces Observatorio Astronómico Nacional, que funciona dentro de la propia Casa de Nariño. Uno de los lugares posibles parecía ser cerca de Barichara. Yo misma acompañé en septiembre del 85 al doctor Jorge Arias de Greif, profesor de la Universidad Nacional y director del Planetario de Bogotá, con Fabio Aguirre y Luis Eduardo Ibáñez, en un viaje a Barichara para tomar datos, nos acompañó también el profesor Augusto López quien nos llevó en su carro. El otro sitio que por estar más cerca de Bogotá parecía ser mejor era la región de los nevados. Por desgracia, con la erupción del nevado del Ruiz a finales del 85, y también con la toma del Palacio de Justicia por el grupo insurgente M19, se le presentaron tantos problemas al doctor Belisario que la idea del nuevo observatorio tocó echarla al olvido, y en el olvido creo que sigue todavía.

Los chicos que integraban el Centro Halley no solo eran apasionados por la ciencia, pues también les preocupaban los hechos que tenían al país tan revuelto. Incluso cuando salíamos a hacer observaciones nos preguntábamos qué hacer en caso de que nos encontráramos con un grupo guerrillero o paramilitar. Por fortuna esto nunca sucedió. En nuestras salidas a Catay o al Picacho siempre había momentos en que discutíamos y analizábamos hechos de la vida nacional. El día de la toma del Palacio de Justicia teníamos justamente una reunión en la UIS; al llegar encontramos cerrada la universidad; casi sin darnos cuenta nos fuimos reuniendo los del grupo Halley y decidimos ir a charlar a una cafetería de las varias que hay alrededor de la universidad. Allí tenían el televisor a todo volumen y mostraban las terribles imágenes de la contra toma del Palacio por parte de las fuerzas armadas. Recuerdo que ese día nos acompañó también el doctor Augusto López. Armamos una fuerte discusión que duró hasta después del mediodía. Unos pensábamos que la violencia con la cual habían respondido las fuerzas armadas era exagerada e iba a llevar a la muerte a todos los ocupantes del Palacio, pero otros pensaban que era necesario hacer uso de la fuerza y mostrarle a la guerrilla que el poder del Estado era más fuerte que sus dementes atrevimientos. Lo cierto fue que este hecho nos afectó a todos los integrantes del Halley profundamente, como afectó también a todo el país.

            El centro Halley logró poco a poco avanzar en la preparación de sus miembros, trabajar en investigaciones especializadas, vincularse a los diversos eventos astronómicos que se desarrollaban en el país y ser aceptado por la RAC (Red de Astrónomos de Colombia), entidad que del 16 al 20 de octubre del 2004 se unió a la celebración de los 20 años del grupo, honrándonos con la realización de su VII Reunión Anual en la UIS. Entonces tuvimos toda suerte de conferencias, exposiciones e informes de investigación. A mí me dieron el honor de hacer la conferencia inaugural; la preparé con mucho gusto y la centré en tres temas: una breve reflexión sobre las relaciones entre la astronomía y el hombre; un resumen de las actividades del Grupo Halley de nuestra universidad y la presentación del libro Somos ciudadanos del Cosmos, escrito por miembros antiguos y contemporáneos del grupo.

            El coordinador entonces del Centro Halley -ahora llamado Grupo Halley de Astronomía y Ciencias Aeroespaciales– era el doctor Arturo Plata de la escuela de física, quien le puso todo el empeño posible, y con la colaboración del Grupo y de la universidad el evento resultó magnífico, pues dio de qué hablar en la región, en el país y aún fuera de él, puesto que vinieron participantes de Venezuela, del Brasil, de México y hasta de los Estados Unidos (en este caso con la participación de la doctora Lisa Amy Pratto, astrónoma norteamericana que trabajó un año en la UIS y desde entonces ha sido una de las mejores colaboradoras del grupo; incluso ha dirigido trabajos de grado en astrofísica y hasta becas para doctorado les ha ayudado a conseguir).

Lo mejor de este encuentro, desde mi punto de vista, fue la publicación que hicimos del libro Somos ciudadanos del cosmos. Como yo ya me encontraba pensionada, pude dedicarme durante más de un año a animar, motivar, corregir y perfeccionar los trabajos que fueron entregando poco a poco quienes aceptaron participar en la publicación. El libro ofrece no solo un recuento de la historia de la astronomía y de la historia de los 20 años del Halley, sino también varios artículos especializados, escritos por nueve autores, entre ellos quien esto narra, ligados de una u otra forma al grupo original, quienes colaboraron con sendos capítulos. Algunos de ellos habían sido miembros fundadores. Aquí los relaciono según el orden en que aparecen los respectivos capítulos en el libro, con los datos de sus actividades en el momento en que escribo estas memorias:

Bernardo Mayorga. Profesor de la Escuela de Matemáticas, colaborador desde los inicios del grupo, como ya se dijo; en el momento en que trabajábamos en el libro se dio la casualidad de que él era el director de la División de Publicaciones de la Universidad, gracias a lo cual se pudo acelerar el trabajo de edición y tener la obra impresa a tiempo para el evento. El profesor Mayorga ya está jubilado.

Blanca Inés Prada Márquez fundadora del grupo y quien narra esta breve historia.

Julián Rodríguez. Miembro muy activo del grupo como estudiante de Ingeniería Electrónica, es doctor en Astrofísica de la Universidad de París y trabajó en Francia con la Agencia Espacial Europea, y hoy es un dinámico profesor de la UIS.

Óscar Gualdrón. Miembro fundador como estudiante de Física y de Ingeniería de Sistemas. Doctor en Física por la Université Laval (Canadá), fue Vicerrector Académico de la UIS y actualmente labora con Ecopetrol.

Jorge Mejía. Miembro del grupo como estudiante de Física y de Ingeniería Mecánica. Doctor en Astrofísica del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Brasil). Desempeña su actividad científica en Brasil.

Vladimir Peña. Miembro del grupo como estudiante de Física y de Ingeniería Mecánica. Está terminando su doctorado en Astronomía en la Universidad Federal do Rio de Janeiro (Brasil).

Jimmy Mantilla. Miembro activísimo del grupo como estudiante de Física, y aún después. Es quien conserva -se puede decir- la historia oral del Grupo Halley y algunos documentos.  Ya graduado, labora en Bucaramanga como profesor de física en varias universidades.

Sergio Neira. Miembro fundador. Biólogo de la UIS y Magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia, se desempeña como docente de Bachillerato en Bucaramanga.

Carlos Barrios. Miembro del grupo como estudiante de Ingeniería de Sistemas. Magíster en Informática de la Université de Grenoble y doctorado en la misma especialidad en la Université de Nice-Sophia Antipolis (Francia), es actualmente profesor de la UIS.

Al cumplirse 40 años de esta maravillosa aventura llamada Grupo Halley de Astronomía y Ciencias Aeroespaciales, quiero terminar mis reflexiones sobre sus primeros años agradeciendo a los centenares de jóvenes que, en su paso por la universidad, formaron parte del grupo, y se interesaron no solo en estudiar, sino en divulgar la astronomía, como también en investigaciones más profundas, hasta lograr llegar al doctorado en astrofísica. Agradezco también a los profesores de ayer y de hoy y a todos aquellos jóvenes que siguen manteniendo viva la actividad del grupo en estos últimos años, quienes han logrado ver realizado el sueño que tuvimos desde su fundación -tener un Planetario y un Observatorio astronómico en la UIS-. Artífice de estas realizaciones es sin duda el Doctor Luis Alberto Núñez de Vil Martínez , quien con su experiencia, dinamismo y la colaboración de la Facultad de Ciencias ha logrado encontrar el dinero necesario para estos grandes proyectos, y seguirá encontrando recursos para muchos otros proyectos e investigaciones que el Centro Halley está llamado a desarrollar a fin de hacer avanzar en nuestra región y en el país el conocimiento del cosmos, y colaborar con la comunidad científica internacional en la invaluable tarea de descubrir y explicar algunos de los muchos secretos y enigmas que encierra todavía hoy nuestro maravilloso universo.

Bucaramanga, julio 8 / 2024.

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