Conocí a Claudio Mendoza por allá en 1979 en los pasillos de la Universidad Simón Bolívar. Me acababa de graduar del pregrado y Claudio pasó por el Departamento de Física a dar un seminario. Su padre, Benjamín, había contribuido a fundar la Universidad Simón Bolívar, y creo que, para ese entonces, era parte del Consejo Superior. No recuerdo la conversa que sostuvimos pero sí su marcado acento de malandro caraqueño. Luego, en el 1986, fue mi supervisor en el Centro Científico IBM. Propusimos un proyecto astrofísica computacional como parte de mi tesis doctoral y fue aprobado para ser desarrollarlo en ese centro. Claudio era el responsable de los proyecto científicos y artísticos, esas dos facetas que siempre cultivaba. El piso del edificio IBM lo compartíamos con la división de petróleo y gas. Ellos muy formales, de traje y corbata permanentemente, nosotros en jeans raídos. Recuerdo que varias veces nos llamaron la atención para que nos vistiéramos mas formalmente. Claudio se hizo famoso con sus corbatas de pepitas y mariposas, sus sacos estridentes, sus camisas de bacterias. La gente IBM decían que Popi (un famoso payaso de la época) le hacía los diseños de sus vestimentas. Allí lo conocí y nos hicimos muy amigos. Claudio comenzaba salir con Maricel, una recién graduada computista de la Simón Bolívar muy chévere. Yo estaba recién empatado con Noemí, el dos-pa-dos de físico y computista nos unía en rumbas y proyectos de fin de semana.
Cuando empezamos a organizar expediciones para las islas del caribe venezolano, Claudio y Maricel se apuntaron de primeritos. Recorrimos junto a Héctor, Marinela y José Miguel casi todas las islas del caribe venezolano: Los Roques, Las Aves de Sotavento y Barlovento, La Tortuga. Noemí, José Miguel y yo hacíamos submarinismo mientras Claudio y Maricel hacían surf con una tabla a vela.
En noviembre del 1992 conectamos a Venezuela a Internet desde la Universidad de Los Andes, en Mérida. Ya no es por la red que ya la tenemos, ahora es por los servicios sobre la Red Académica Nacional, donde los hallaremos . Vuelve Claudio y me llama “Luis Núñez… vamos a montar un centro de supercomputación en Venezuela, y lo tenemos que hacer en Mérida”. Claudio de cabeza con el proyecto. ¿cuál tecnología? ¿cuáles servicios? ¿ cómo montamos el plan de negocio y planificamos la sostenibilidad? Reuniones con la IBM en Venezuela y en los Estados Unidos. Hicimos varias propuestas a varios entes gubernamentales. En el 1997 se alinearon los astros y logramos convencer, con infinita ayuda de Claudio, que el Centro Nacional de Cálculo Cientifico Universidad de Los Andes (CeCalCULA) se convirtiera en realidad con el financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT). Ahora había que formar a los científicos para su uso remoto. Otra vez Claudio al frente de Talleres, y encuentros nacionales. Creando comunidad de Física Computacional, generando colaboraciones.
A mediados del 1997 me nombran en la comisión presidencial para el desarrollo de la digitalización, depuración y validación de la oficina nacional de identificación y extranjería ONI-DEX. Durante todo un año me tocó viajar los martes a Caracas. Dormía en casa de Claudio y regresaba a Mérida en la madrugada. Esas charlas de los martes en la noche eran impelables y las conservo en mi recuerdo. Para el 2001 se invirtieron los papeles. Claudio venía todas las semanas a dar clase en el CIDA y se quedaba en mi casa. Su casa era mi casa en Caracas y mi casa su casa en Mérida. Nuestros hijos son contemporáneos, crecieron juntos, siguen en contacto. Una vez, estando Claudio en mi casa grita desde el baño… “Luis Núñez donde está ese jabón rosado que me deja las bolas suavecitas” Era un jabón medicado muy específico para el acné. Luis Arturo, mi hijo mayor, lo había escondido porque se dio cuenta que cuando venía Claudio el jabón se desaparecía. Estuve muy cerca con la trágica muerte de Maricel, mamá de los hijos de Claudio. Muchos años después, en una pasantía de Claudio en Mérida fui testigo como se fraguó el reencuentro con Natalia, su novia británica de la adolescencia, ahora su viuda.
Claudio también estuvo cuando comenzamos con el desastre de país y empezamos a trabajar con la diáspora para formar a las nuevas generaciones en Física de Altas Energías Experimental en Venezuela. Era el anfitrión en el IVIC para las clases remotas de CEVALE2ve. Cuando montamos LA-CoNGA fue uno de los entusiastas impulsores. Luego con la migración mi casa siguió siendo su casa. Bucaramanga se convirtió en punto de encuentro para Claudio y sus hijos. Colombia siempre estaba en el radar porque es la tierra de Delsy, la madre adoptiva de los hijos de Claudio.
Un sábado al mes (y a veces dos) llamaba Claudio, tenía ganas de hablar. Hablábamos de todo, sobre todo de ciencia, de las tendencias, de lo que estaba sucediendo, de por dónde nos teníamos que meter. El 30 de marzo fue la última vez que conversé con él. De todo y largo.
Gracias por tanto Claudio, con pocas personas he construido tantos sueños como contigo.
Bellísimo escrito , te entiendo yo tengo un Claudio en mi vida
Gracias Luis por esta sentida, pero informativa reseña sobre Claudio y una época en que se construyeron nuevos espacios para la física en el país
Tuve la suerte de empezar mis estudios de la historia la física en Venezuela,contando con el apoyo de Claudio, quien me introdujo a la «tribu», además de acometer diversas tareas de divulgación como Física a Diario, por ejemplo.
No puedo olvidar nuestra expedición a rescatar un incurable, al Observatorio Cajigal rodeado de alambradas y comando por oficiales de la Marina, que no entendían mucho nuestro interés en el Informe de Luis Ugueto sobre el Eclipse de sol de 1916, dónde están los diversas observaciones que los venezolanos hicieron sobre éste evento.
Hay tantas cosas que contar acerca de como Claudio influyó en nuestras vidas personales y de científicos, pero la pérdida, por ahora, no permite expresarlas adecuadamente …
Por siempre, Claudio!!!