REMEMBRANZAS SOBRE LOS PRIMEROS AÑOS DEL CENTRO HALLEY – UIS

REMEMBRANZAS

SOBRE LOS PRIMEROS AÑOS DEL CENTRO HALLEY – UIS. 

Blanca Inés Prada Márquez

Sin duda que muchas personas se preguntarán hoy cómo nació en la Universidad un grupo de estudios dedicado a investigar sobre los fenómenos celestes. Pero lo más curioso es cuando les cuentan que ese grupo de “amantes de la astronomía” fue fundado por una mujer que pertenecía a la Escuela de Ciencias sociales. Por ello es importante contarles la Historia, pues, aunque esa mujer lo cuenta todo en sus –Paisajes de mi vida-, muchos no han leído el libro todavía y de pronto ni lo leerán.

Como todos sabemos la Astronomía es la madre de todas las ciencias, puesto que los fenómenos celestes fueron los primeros que llevaron al hombre a hacerse preguntas y a buscar explicaciones. El paso del día a la noche, el recorrido diario del Sol, la Luna y las estrellas, entre otros muchos de estos eventos siderales fueron los primeros que llevaron a los seres humanos a desarrollar esa primera ciencia que hoy llamamos astronomía.

Desde muy niña, cuando mis padres vivían en una finca llamada Las Palmas, en cuyo patio de la casa había una inmensa piedra donde mi padre se sentaba en las noches a tocar el tiple y sus hijos, los más grandecitos, nos dedicábamos a contar estrellas, yo sentía curiosidad por saber algo de esas lucecitas. Más tarde en mi bachillerato tuve la suerte de tener un profesor de física que nos hablaba de Galileo y de su lucha por demostrar que la Tierra era un planeta más que circulaba alrededor del Sol y no estaba estática como lo aseguraba la Iglesia católica. Pero todas estas enseñanzas eran superficiales. Sólo cuando en 1977 logré entrar a mi maestría en Francia sobre Filosofía de la ciencia y entre sus grandes profesores tuve la suerte de tener al doctor Maurice Clavelin, gran especialista de Galileo y autor del libro Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre las dos nuevas ciencias, 1970, fue cuando empecé con esmero a estudiar a Galileo y hasta logré redactar mi primer libro en torno a este maravilloso científico. Como también tuve la oportunidad de participar en un grupo de Amantes de la Astronomía, llamado Antares. Entonces empecé a estudiar esta maravillosa ciencia.

Cuando en 1984 fui aceptada en la UIS como profesora de Historia de las ciencias, además de mi libro –Galileo Galilei: su vida, su obra y sus aportes al método científico de la ciencia moderna 1983-, traía también conmigo un modesto telescopio, unos muy buenos binoculares, El famoso libro Cosmos de Carl Sagan y muchos otros libros de historia de las ciencias, y por supuesto también la revista mensual sobre Historia de la Astronomía, a la cual me había inscrito mi esposo.

Muy emocionada por haber sido aceptada como profesora de Historia de las Ciencias en la UIS, desde el primer día de clase -primer lunes de febrero- les hablé a mis alumnos de mi pasión por la Astronomía y les conté que había formado parte de un grupo de aficionados a ella en Le Mans, Francia, llamado Antares y que me gustaría organizar un grupo en la UIS.  Mis alumnos eran de física, matemáticas, química, biología, y algunos de diversas ingenierías. Todos eran muy buenos estudiantes y la idea de organizar un grupo de “Aficionados a la Astronomía” les cayó a algunos muy bien.

Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse a mediados de abril cuando un despelote de los estudiantes llevó a que se interrumpieran las clases por tres meses. Por fortuna -como cuento en mis Memorias– pude contactarme un día en la cafetería con Luis Eduardo Ibáñez y Martica Acevedo, estudiantes de física, y ellos mismos me dijeron que este receso podía aprovecharse para organizar el grupo de “Amantes de la Astronomía”. Ellos se encargaron de conseguir estudiantes interesados en el tema y con la colaboración del doctor Armando Gómez, el director de mi Escuela, logramos conseguir un salón en la Casa de la Cultura Custodio García Rovira donde hicimos la primera reunión el segundo sábado de abril de 1984.

Aquello fue apoteósico. Yo llegué cargada con todo lo que había traído de Francia, y ese primer día llegaron a la primera reunión Luis Eduardo Ibáñez, Martica Acevedo, Oscar Gualdrón y Jorge Mejía de Física, Fabio Aguirre y William Rodríguez de Química, Sergio Neira de Biología, César González de Ingeniería Mecánica, Ramiro Serrano y Ernesto Carrillo de Matemáticas. Ernesto venía con su padre que era médico y gran amante de la Astronomía.

Desde la primera reunión nos pusimos tareas: lo primero era estudiar el libro –Los amantes de la Astronomía– que yo dejaría en la fotocopiadora y Luis Eduardo se ofreció a presentar el sábado siguiente una síntesis del libro mostrando su importancia.

Fabio Aguirre recibió mi telescopio y se comprometió a responder por él y a hacer observaciones desde la terraza de su casa en las noches despejadas y con quienes quisieran ir a observar. La meta para la segunda reunión era traer más personas y buscarle nombre al grupo. Yo les dejé también en la fotocopiadora una Revista de la colección “Ciel et Space”, a la que yo estaba suscrita, y estaba toda dedicada a la próxima visita en 1986 del Cometa Halley. Se les pidió a todos buscar para la próxima reunión el nombre que le daríamos al grupo.

Al sábado siguiente fuera de los jóvenes ya mencionados, llegaron: Gloria Gómez de Música, Teresa Jaimes y William Lizcano de Química, Carlos Oviedo, Alberto Gómez y José Chacón de Física y Flor Monguí de sexto de bachillerato, amiga de alguien del grupo. Creo que llegaron más pero no recuerdo haber anotado todos los nombres, lo cierto es que el grupo siguió creciendo cada día.

Luis Eduardo Ibáñez se lució con una brillante conferencia sobre el libro Los amantes de la Astronomía, que algunos del grupo ya lo habían fotocopiado. Fabio Aguirre, el encargado del telescopio, había estado muy consagrado haciendo observaciones cuando había buen tiempo con algunos compañeros de su residencia, y así les enseñó todas las partes del telescopio, y con una revista que yo le había prestado también les mostró algunas de las muchas clases de telescopio que ya se conseguían en el mercado, eso sí, a precios bien altos. Al final de la reunión todos al unísono decidimos que el nombre del grupo sería “Centro Halley de aficionados a la Astronomía”. Se acordó para el encuentro del siguiente sábado investigar sobre los Cometas y sobre la próxima visita del Halley. Y así seguimos encontrándonos cada sábado hasta el mes de agosto cuando con la reapertura de la Universidad, se nos permitió reunirnos en el salón 201 del edificio Camilo Torres, pero ya no los sábados sino los jueves de 6 a 7 p.m.

La primera reunión después de la apertura del semestre fue increíble. Los chicos ya sabían mucho sobre Astronomía y habían escogido temas para ofrecer charlas. A veces proyectábamos diapositivas en mi proyector de las que yo había traído de Francia y de las que me enviaban los compañeros del grupo Antares. Y cuando lográbamos que nos prestaran un televisor veíamos capítulos del libro Cosmos.  Después de la reunión cuando el tiempo era favorable hacíamos observaciones astronómicas dirigidas por Fabio Aguirre, Luis Eduardo Ibáñez y William Rodríguez, quienes se habían vuelto expertos en manejar mi catalejo.

En el segundo semestre nos empezaron a acompañar profesores de ciencias, entre otros Bernardo Mayorga, Augusto López, Jorge Panqueva, Juan Manuel Barrera, Edgar Páez, su esposa, y a veces ellos también ofrecían charlas. La colaboración de los profesores de física y matemáticas fue muy importante para lograr que la escuela de Física se interesara en el grupo. El 6 de diciembre de 1984 podemos decir que fue el bautizo del grupo. Nos dieron el salón 207 de Mecánica, se nombró una Mesa directiva y se hizo su instalación, el Acta de esta reunión debe figurar en los archivos del Grupo. La colaboración de estos profesores fue muy importante para que en la Facultad de Ciencias empezara a interesarse en nuestras actividades. Otros profesores de Física, Química y Matemáticas también daban de vez en cuando charlas, y a veces iban a las observaciones.

            Después de la reunión, cuando el tiempo era favorable, hacíamos observaciones astronómicas dirigidas por Fabio Aguirre, Luis Eduardo Ibáñez y William Rodríguez, que eran ya expertos en conocer el mapa del cielo. Para aquella época disfrutábamos ya de cartas celestes enviadas por un grupo de aficionados de Medellín, dirigido por el director del Planetario, a quien le habíamos escrito solicitándole materiales. También habíamos recibido cartas celestes del grupo ASASAC (Asociación de Astrónomos Autodidactas de Colombia), con sede en Bogotá, donde yo tenía algunos amigos.

             Unas semanas después de la organización del grupo se lo conté al profesor Libardo León Guarín, mi decano, y él en seguida me pidió una cita para que hablara personalmente con el señor rector, el doctor Jaime Luis Gutiérrez, quien, según Libardo, era también amante de la astronomía. El rector me dio la cita para el día siguiente; me recibió con mucha amabilidad, me invitó a sentarme e hizo traer tinto con galleticas para los dos. Yo le llevaba mi libro de Galileo con una dedicatoria; él lo hojeo y me prometió empezar a leerlo esa misma noche. Charlamos sobre muchos temas relacionados con el cosmos, pero pude darme cuenta de que lo que a él le gustaba era la astrología, y desafortunadamente yo era una afiebrada crítica de ella. Sin embargo, tuvimos una charla interesante, y lo mejor de todo fue que me dio la dirección y el teléfono del señor José Petroff, un ruso amante de la astronomía que había llegado a trabajar hacía varios años a la UIS, pero en esos días andaba enfermo. El señor Petroff fue un gran colaborador del grupo Halley, nos donó muchas revistas y dos años después de conocerlo nos regaló el telescopio para el grupo de astronomía, junto con todas las revistas y algunos libros de su colección. Después del obsequio, un grupo del Halley vino a visitarlo y quedaron encantados de él; lo único que lamentaban era que estuviera tan enfermo. Martica, que pintaba muy bien, hizo un bonito retrato de Petroff, el cual todavía reposa en la oficina del Halley. En mis Paisajes cuento muchas cosas interesantes de este gran amante de la Astronomía, a quien sus enfermedades no le permitieron desarrollar sus proyectos, entre otros instalar en la sala de su casa un Observatorio astronómico.

La organización administrativa del grupo Halley era bien sencilla: presidente, Fabio Aguirre; vicepresidente, Luis Eduardo Ibáñez; tesorero, Ramiro Serrano; secretaria, Teresa Jaimes; yo figuraba como coordinadora. Se había solicitado una cuota de cien pesos mensuales, que se utilizaba más que todo en papelería, pero en general no había fondos para nada; cuando salíamos a hacer observaciones teníamos que meternos la mano al bolsillo, y los chicos casi todos eran pobres; la mayoría de las veces los costos recaían sobre mí, que ganaba también poco. La plata nos hacía falta en particular cuando íbamos a hacer observaciones fuera de la ciudad, casi siempre a Catay, que era cerca y no nos cobraban la entrada; eso sí era requisito que yo estuviera presente.

            Alquilábamos dos carpas, una para las mujeres y otra para los hombres. Los mismos chicos habían establecido que las salidas de observación eran actividades científicas, por lo cual no había paseos de pareja ni nada por el estilo. Desde un comienzo yo les advertí que los acompañaba como una persona más del grupo, es decir, que no iba a cuidar a nadie, y siempre me admiró el rigor y la disciplina que los mismos jóvenes se imponían entre ellos. Salí muchas veces durante varios años con el grupo a diversas partes, y no tengo ni siquiera una queja. Su comportamiento fue siempre absolutamente respetuoso de las normas que ellos mismos se habían impuesto. Algo más, nunca vi jóvenes que llevaran alcohol, ni siquiera que fumaran cigarrillo; la única pasión que los animaba era el conocimiento y la exploración de nuestro maravilloso universo.

            Comentando con algunos profesores, entre otros con Bernardo Mayorga y Augusto López, el problema de la falta de recursos para las actividades del Halley, ellos me sugirieron tratar de inscribir el grupo en un departamento para que lograra los beneficios que tenían los otros grupos de la universidad. Augusto pensaba que lo mejor sería vincularlo a la Escuela de Física. Lo comentamos en una de nuestras reuniones semanales y se acordó que un grupo iría a hablar con el señor decano de Ciencias para que autorizara hacer la reunión. Esta reunión se hizo el 6 de diciembre de 1984 en el salón 207 de Camilo Torres, y fue como el bautizo oficial del centro Halley. El acta de esta reunión se encuentra hoy en los archivos del Halley, gracias al cuidado que ha tenido Jimmy Mantilla, físico y apasionado como nadie por la astronomía, en buscar todos los rastros de los primeros años del grupo.

            En la reunión mostramos a los profesores de ciencias las actividades que realizábamos y los proyectos que teníamos a corto, mediano y largo plazo. Como proyecto fundamental para el siguiente año teníamos la organización de la Primera Semana de la Astronomía, y a largo plazo la construcción de un planetario y un observatorio astronómico. Los profesores, muy amables todos, escucharon al grupo con atención, nos felicitaron y ofrecieron su colaboración.

 El profesor Augusto López hizo una brillante defensa de nuestras actividades; lo mismo hizo el profesor Bernardo Mayorga. Se acordó que el Grupo quedaría adscrito a la Escuela de Física, y que siempre habría un profesor como coordinador. Pero en esta reunión nadie aceptó empezar a serlo, y se acordó que yo seguiría por ahora con la coordinación pues según ellos lo estaba haciendo muy bien. Esta responsabilidad la tuve hasta finales del 89, cuando definitivamente entregué el Grupo a la Escuela de Física, dado que en 1990 me fui a Bogotá a hacer unos estudios en la Universidad Javeriana mientras disfrutaba de mi año sabático, y cuando regresé me dediqué de lleno a la filosofía.

Una de las actividades más interesantes que realizamos en los primeros años del grupo fueron las Semanas de la Astronomía. La primera Semana fue en verdad un éxito total. Se hizo en agosto de 1985 en la Biblioteca Gabriel Turbay, bajo la colaboración del doctor Jorge Valderrama, una persona encantadora, llena de entusiasmo, carismática, apasionada por todos los proyectos que pudieran serle útiles a nuestra región. Por aquella época yo ya tenía mi apartamento muy cerca de la Biblioteca Pública Gabriel Turbay, y en él hicimos con los miembros del grupo casi todas las láminas que expusimos aquella primera Semana, la cual estuvo dedicada a Generalidades sobre el cosmos y a los planetas. Se hicieron dibujos bellísimos; también exhibimos láminas enviadas por Michel desde Francia, así como las que nos obsequiaron de los planetarios de Bogotá y de Medellín, que fueron invitados de honor al evento. Algunos profesores ofrecimos conferencias, yo me di el lujo de hablar casi dos horas de Galileo Galilei, pues me sabía mi librito casi de memoria. La edición de este primer libro era bien modesta, pero en el 2017 pude darme el lujo de editar mi primer libro Galileo Galilei: su vida, su obra y sus aportes al método de la ciencia moderna, corregido y mejorado y hoy puede conseguirse en versión virtual o en papel en Amazón.com

Otros profesores también ofrecieron charlas, lo mismo que dos amigos de Bogotá y Medellín; incluso vino un astrónomo del Observatorio Astronómico de Mérida (Venezuela). Con esos conferencistas mantuvimos desde entonces y por muchos años una excelente colaboración. Presentamos todas las películas de Carl Sagan sobre el Cosmos y en torno a ellas se hacían debates. Hubo participación de los grupos de aficionados a la astronomía que integrantes del Halley habían organizado en los colegios con alumnos de secundaria, y los sábados en la mañana se hicieron actividades para niños de primaria. Todas las noches, si el tiempo lo permitía, se hacían observaciones en la plazoleta de la biblioteca Gabriel Turbay. Fue algo maravilloso. Cuando pienso en estas educativas actividades no me explico cómo logramos, con tan pocos recursos, hacer tantas cosas interesantes y motivar a tanta gente por la astronomía. Estas semanas de la Astronomía se organizaron por varios años; yo estuve al frente de ellas durante cinco años, pero aun después siguieron haciéndose por otros cinco o más años, todas ellas con muy buena participación del público.

Quisiera decir también unas palabras sobre la segunda semana de la astronomía, que, debido a la visita del Cometa Halley a la Tierra en 1986, estuvo toda centrada en el sistema solar y los cometas. Esta semana tuvo un éxito increíble, con mucha participación de la sociedad bumanguesa y de otras regiones de Santander: todos querían ver al cometa Halley. El grupo organizó salidas semanales al Picacho, donde había buena visibilidad. Colegios y universidades contrataban al Centro Halley para que les dirigieran las observaciones; fuimos a otras ciudades a dar conferencias y allí naturalmente se hacían observaciones si el tiempo lo permitía. Ese año se organizaron además grupos de aficionados a la astronomía en casi todos los colegios de secundaria, dirigidos por integrantes del Halley. A la Semana de la Astronomía se trajeron excelentes conferencistas; entre otros nos visitó el doctor Antonio Bernal, un ingeniero antioqueño, apasionado por la astronomía, quien dio una conferencia al público enseñándoles a todos, de una manera muy sencilla y didáctica, el manejo de la carta celeste. Además, se convirtió en uno de los mayores colaboradores del grupo; hasta invitaciones les hizo a los chicos a su finca en Bello, donde tenía un observatorio y una bellísima casa de campo. La excursión que el grupo hizo a esa finca es memorable y Luis Eduardo Ibáñez dejó constancia en su Bitácora de semejante experiencia, digna de una novela.

 También disfrutamos de la valiosa colaboración del doctor Gustavo Gómez, dinámico director por aquellos años del Planetario de Medellín. Muchas veces fuimos con integrantes del grupo a seminarios, talleres y congresos, y nos atendía con gran simpatía, al mismo tiempo que nos animaba a seguir adelante. Lo recuerdo con gran cariño. Una vez me dijo en tono solemne:

–Mire, Blanca Inés, para la divulgación de la astronomía el Planetario es muy importante, así que vamos a hacer esta promesa: usted no se puede morir sin que en Bucaramanga se construya un planetario, y yo no me puedo morir sin que en la Universidad de Antioquia se cree la carrera de Astronomía. No sé por dónde ande hoy el doctor Gómez, pero sí sé que desde el 2009 la Universidad de Antioquia abrió un pregrado de Astronomía que es único en el país. Además, ya tenemos un pequeño Planetario en Bucaramanga, y aunque éste se hizo sin mi colaboración, creo que yo ya me puedo morir tranquila.

La visita del Cometa Halley se estaba preparando desde 1985, y desde entonces empezó un gran despertar de la pasión por la astronomía. En aquel tiempo el señor presidente, doctor Belisario Betancourt, estaba muy emocionado y había nombrado una comisión de astrónomos para que buscaran un lugar propicio para construir un observatorio con mejores condiciones para escudriñar el cielo que el entonces Observatorio Astronómico Nacional, que funciona dentro de la propia Casa de Nariño. Uno de los lugares posibles parecía ser cerca de Barichara. Yo misma acompañé en septiembre del 85 al doctor Jorge Arias de Greif, profesor de la Universidad Nacional y director del Planetario de Bogotá, con Fabio Aguirre y Luis Eduardo Ibáñez, en un viaje a Barichara para tomar datos, nos acompañó también el profesor Augusto López quien nos llevó en su carro. El otro sitio que por estar más cerca de Bogotá parecía ser mejor era la región de los nevados. Por desgracia, con la erupción del nevado del Ruiz a finales del 85, y también con la toma del Palacio de Justicia por el grupo insurgente M19, se le presentaron tantos problemas al doctor Belisario que la idea del nuevo observatorio tocó echarla al olvido, y en el olvido creo que sigue todavía.

Los chicos que integraban el Centro Halley no solo eran apasionados por la ciencia, pues también les preocupaban los hechos que tenían al país tan revuelto. Incluso cuando salíamos a hacer observaciones nos preguntábamos qué hacer en caso de que nos encontráramos con un grupo guerrillero o paramilitar. Por fortuna esto nunca sucedió. En nuestras salidas a Catay o al Picacho siempre había momentos en que discutíamos y analizábamos hechos de la vida nacional. El día de la toma del Palacio de Justicia teníamos justamente una reunión en la UIS; al llegar encontramos cerrada la universidad; casi sin darnos cuenta nos fuimos reuniendo los del grupo Halley y decidimos ir a charlar a una cafetería de las varias que hay alrededor de la universidad. Allí tenían el televisor a todo volumen y mostraban las terribles imágenes de la contra toma del Palacio por parte de las fuerzas armadas. Recuerdo que ese día nos acompañó también el doctor Augusto López. Armamos una fuerte discusión que duró hasta después del mediodía. Unos pensábamos que la violencia con la cual habían respondido las fuerzas armadas era exagerada e iba a llevar a la muerte a todos los ocupantes del Palacio, pero otros pensaban que era necesario hacer uso de la fuerza y mostrarle a la guerrilla que el poder del Estado era más fuerte que sus dementes atrevimientos. Lo cierto fue que este hecho nos afectó a todos los integrantes del Halley profundamente, como afectó también a todo el país.

            El centro Halley logró poco a poco avanzar en la preparación de sus miembros, trabajar en investigaciones especializadas, vincularse a los diversos eventos astronómicos que se desarrollaban en el país y ser aceptado por la RAC (Red de Astrónomos de Colombia), entidad que del 16 al 20 de octubre del 2004 se unió a la celebración de los 20 años del grupo, honrándonos con la realización de su VII Reunión Anual en la UIS. Entonces tuvimos toda suerte de conferencias, exposiciones e informes de investigación. A mí me dieron el honor de hacer la conferencia inaugural; la preparé con mucho gusto y la centré en tres temas: una breve reflexión sobre las relaciones entre la astronomía y el hombre; un resumen de las actividades del Grupo Halley de nuestra universidad y la presentación del libro Somos ciudadanos del Cosmos, escrito por miembros antiguos y contemporáneos del grupo.

            El coordinador entonces del Centro Halley -ahora llamado Grupo Halley de Astronomía y Ciencias Aeroespaciales– era el doctor Arturo Plata de la escuela de física, quien le puso todo el empeño posible, y con la colaboración del Grupo y de la universidad el evento resultó magnífico, pues dio de qué hablar en la región, en el país y aún fuera de él, puesto que vinieron participantes de Venezuela, del Brasil, de México y hasta de los Estados Unidos (en este caso con la participación de la doctora Lisa Amy Pratto, astrónoma norteamericana que trabajó un año en la UIS y desde entonces ha sido una de las mejores colaboradoras del grupo; incluso ha dirigido trabajos de grado en astrofísica y hasta becas para doctorado les ha ayudado a conseguir).

Lo mejor de este encuentro, desde mi punto de vista, fue la publicación que hicimos del libro Somos ciudadanos del cosmos. Como yo ya me encontraba pensionada, pude dedicarme durante más de un año a animar, motivar, corregir y perfeccionar los trabajos que fueron entregando poco a poco quienes aceptaron participar en la publicación. El libro ofrece no solo un recuento de la historia de la astronomía y de la historia de los 20 años del Halley, sino también varios artículos especializados, escritos por nueve autores, entre ellos quien esto narra, ligados de una u otra forma al grupo original, quienes colaboraron con sendos capítulos. Algunos de ellos habían sido miembros fundadores. Aquí los relaciono según el orden en que aparecen los respectivos capítulos en el libro, con los datos de sus actividades en el momento en que escribo estas memorias:

Bernardo Mayorga. Profesor de la Escuela de Matemáticas, colaborador desde los inicios del grupo, como ya se dijo; en el momento en que trabajábamos en el libro se dio la casualidad de que él era el director de la División de Publicaciones de la Universidad, gracias a lo cual se pudo acelerar el trabajo de edición y tener la obra impresa a tiempo para el evento. El profesor Mayorga ya está jubilado.

Blanca Inés Prada Márquez fundadora del grupo y quien narra esta breve historia.

Julián Rodríguez. Miembro muy activo del grupo como estudiante de Ingeniería Electrónica, es doctor en Astrofísica de la Universidad de París y trabajó en Francia con la Agencia Espacial Europea, y hoy es un dinámico profesor de la UIS.

Óscar Gualdrón. Miembro fundador como estudiante de Física y de Ingeniería de Sistemas. Doctor en Física por la Université Laval (Canadá), fue Vicerrector Académico de la UIS y actualmente labora con Ecopetrol.

Jorge Mejía. Miembro del grupo como estudiante de Física y de Ingeniería Mecánica. Doctor en Astrofísica del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Brasil). Desempeña su actividad científica en Brasil.

Vladimir Peña. Miembro del grupo como estudiante de Física y de Ingeniería Mecánica. Está terminando su doctorado en Astronomía en la Universidad Federal do Rio de Janeiro (Brasil).

Jimmy Mantilla. Miembro activísimo del grupo como estudiante de Física, y aún después. Es quien conserva -se puede decir- la historia oral del Grupo Halley y algunos documentos.  Ya graduado, labora en Bucaramanga como profesor de física en varias universidades.

Sergio Neira. Miembro fundador. Biólogo de la UIS y Magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia, se desempeña como docente de Bachillerato en Bucaramanga.

Carlos Barrios. Miembro del grupo como estudiante de Ingeniería de Sistemas. Magíster en Informática de la Université de Grenoble y doctorado en la misma especialidad en la Université de Nice-Sophia Antipolis (Francia), es actualmente profesor de la UIS.

Al cumplirse 40 años de esta maravillosa aventura llamada Grupo Halley de Astronomía y Ciencias Aeroespaciales, quiero terminar mis reflexiones sobre sus primeros años agradeciendo a los centenares de jóvenes que, en su paso por la universidad, formaron parte del grupo, y se interesaron no solo en estudiar, sino en divulgar la astronomía, como también en investigaciones más profundas, hasta lograr llegar al doctorado en astrofísica. Agradezco también a los profesores de ayer y de hoy y a todos aquellos jóvenes que siguen manteniendo viva la actividad del grupo en estos últimos años, quienes han logrado ver realizado el sueño que tuvimos desde su fundación -tener un Planetario y un Observatorio astronómico en la UIS-. Artífice de estas realizaciones es sin duda el Doctor Luis Alberto Núñez de Vil Martínez , quien con su experiencia, dinamismo y la colaboración de la Facultad de Ciencias ha logrado encontrar el dinero necesario para estos grandes proyectos, y seguirá encontrando recursos para muchos otros proyectos e investigaciones que el Centro Halley está llamado a desarrollar a fin de hacer avanzar en nuestra región y en el país el conocimiento del cosmos, y colaborar con la comunidad científica internacional en la invaluable tarea de descubrir y explicar algunos de los muchos secretos y enigmas que encierra todavía hoy nuestro maravilloso universo.

Bucaramanga, julio 8 / 2024.

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Gracias Claudio por tanto

Conocí a Claudio Mendoza por allá en 1979 en los pasillos de la Universidad Simón Bolívar. Me acababa de graduar del pregrado y Claudio pasó por el Departamento de Física a dar un seminario. Su padre, Benjamín, había contribuido a fundar la Universidad Simón Bolívar, y creo que, para ese entonces, era parte del Consejo Superior. No recuerdo la conversa que sostuvimos pero sí su marcado acento de malandro caraqueño. Luego, en el 1986, fue mi supervisor en el Centro Científico IBM. Propusimos un proyecto astrofísica computacional como parte de mi tesis doctoral y fue aprobado para ser desarrollarlo en ese centro. Claudio era el responsable de los proyecto científicos y artísticos, esas dos facetas que siempre cultivaba. El piso del edificio IBM lo compartíamos con la división de petróleo y gas. Ellos muy formales, de traje y corbata permanentemente, nosotros en jeans raídos. Recuerdo que varias veces nos llamaron la atención para que nos vistiéramos mas formalmente. Claudio se hizo famoso con sus corbatas de pepitas y mariposas, sus sacos estridentes, sus camisas de bacterias. La gente IBM decían que Popi (un famoso payaso de la época) le hacía los diseños de sus vestimentas. Allí lo conocí y nos hicimos muy amigos. Claudio comenzaba salir con Maricel, una recién graduada computista de la Simón Bolívar muy chévere. Yo estaba recién empatado con Noemí, el dos-pa-dos de físico y computista nos unía en rumbas y proyectos de fin de semana.

Claudio, Héctor, Marinela y Noemí en una cena en las Aves de Barlovento

Cuando empezamos a organizar expediciones para las islas del caribe venezolano, Claudio y Maricel se apuntaron de primeritos. Recorrimos junto a Héctor, Marinela y José Miguel casi todas las islas del caribe venezolano: Los Roques, Las Aves de Sotavento y Barlovento, La Tortuga. Noemí, José Miguel y yo hacíamos submarinismo mientras Claudio y Maricel hacían surf con una tabla a vela. 

En noviembre del 1992 conectamos a Venezuela a Internet desde la Universidad de Los Andes, en Mérida. Ya no es por la red que ya la tenemos, ahora es por los servicios sobre la Red Académica Nacional, donde los hallaremos . Vuelve Claudio y me llama “Luis Núñez… vamos a montar un centro de supercomputación en Venezuela, y lo tenemos que hacer en Mérida”. Claudio de cabeza con el proyecto. ¿cuál tecnología? ¿cuáles servicios? ¿ cómo montamos el plan de negocio y planificamos la sostenibilidad? Reuniones con la IBM en Venezuela y en los Estados Unidos. Hicimos varias propuestas a varios entes gubernamentales. En el 1997 se alinearon los astros y logramos convencer, con infinita ayuda de Claudio, que el Centro Nacional de Cálculo Cientifico Universidad de Los Andes (CeCalCULA) se convirtiera en realidad con el financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT). Ahora había que formar a los científicos para su uso remoto. Otra vez Claudio al frente de Talleres, y encuentros nacionales. Creando comunidad de Física Computacional, generando colaboraciones. 

A mediados del 1997 me nombran en la comisión presidencial para el desarrollo de la digitalización, depuración y validación de la oficina nacional de identificación y extranjería ONI-DEX. Durante todo un año me tocó viajar los martes a Caracas. Dormía en casa de Claudio y regresaba a Mérida en la madrugada. Esas charlas de los martes en la noche eran impelables y las conservo en mi recuerdo.  Para el 2001 se invirtieron los papeles. Claudio venía todas las semanas a dar clase en el CIDA y se quedaba en mi casa. Su casa era mi casa en Caracas y mi casa su casa en Mérida. Nuestros hijos son contemporáneos, crecieron juntos, siguen en contacto. Una vez, estando Claudio en mi casa grita desde el baño… “Luis Núñez donde está ese jabón rosado que me deja las bolas suavecitas” Era un jabón medicado muy específico para el acné. Luis Arturo, mi hijo mayor, lo había escondido porque se dio cuenta que cuando venía Claudio el jabón se desaparecía. Estuve muy cerca con la trágica muerte de Maricel, mamá de los hijos de Claudio. Muchos años después, en una pasantía de Claudio en Mérida fui testigo como se fraguó el reencuentro con Natalia, su novia británica de la adolescencia, ahora su viuda.

Claudio también estuvo cuando comenzamos con el desastre de país y empezamos a trabajar con la diáspora para formar a las nuevas generaciones en Física de Altas Energías Experimental en Venezuela. Era el anfitrión en el IVIC para las clases remotas de CEVALE2ve. Cuando montamos LA-CoNGA fue uno de los entusiastas impulsores. Luego con la migración mi casa siguió siendo su casa. Bucaramanga se convirtió en punto de encuentro para Claudio y sus hijos. Colombia siempre estaba en el radar porque es la tierra de Delsy, la madre adoptiva de los hijos de Claudio.

Un sábado al mes (y a veces dos) llamaba Claudio, tenía ganas de hablar. Hablábamos de todo, sobre todo de ciencia, de las tendencias, de lo que estaba sucediendo, de por dónde nos teníamos que meter. El 30 de marzo fue la última vez que conversé con él. De todo y largo.

 

Gracias por tanto Claudio, con pocas personas he construido tantos sueños como contigo.

Navidad 2019

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Academia, normalidad y la pantallita

El retorno a la «normalidad»

Espero equivocarme, pero creo que esto no es un mal sueño del cual nos vamos a despertar y todo volverá a ser como era en el 2019. Ayer, un colega comentaba su interés en traer un invitado para una estancia de investigación, y aclaraba… claro, cuando volviéramos a la normalidad en el 2021. Me sorprendí de su ingenuidad, pero entiendo el desespero porque acabe esta pesadilla.

Es una pesadilla sin retorno y, de verdad creo que no hemos aquilatado lo que nos está tocando vivir, lo que vamos a cambiar.  En este confinamiento nuestros hogares dejaron de serlo, para convertirse  en gimnasios, oficinas, salones de clase y parque para los niños, todo al mismo tiempo. Algunos, los más maleables, los menos exigentes, nos hemos adaptado, le vamos tomando el ritmo  y quizá el gusto a trabajar desde nuestras casas.  Al salir, al regresar lentamente (y traumáticamente) del encierro emergerán instituciones académicas muy distintas a las que nos formaron y, posiblemente, cualitativamente diferentes a las que tenemos. ¿La docencia se apoyará en un máximo de interacciones por la pantallita y el mínimo de encuentros físicos indispensables? ¿los laboratorios serán operados por unos pocos colegas y el resto de nosotros estaremos allí con presencialidad remota?  Es imperioso que nos imaginemos cómo seremos al regreso a esa nueva normalidad. Es obligatorio que empecemos a diseñar y utilizar herramientas informáticas colaborativas que nos permitan construir espacios académicos con mínima presencia física y una máxima interacción a través de la pantallita.

Las aglomeraciones (de todos los tamaños) son las principales fuentes de contagio y esas, precisamente, son parte esencial de nuestra vida académica. Clases, seminarios, congresos, conferencias, discusiones con el grupo de investigación, trabajo en los ambientes reducidos en los laboratorios, son necesariamente espacios concurridos ideales para el contagio. Mientras no haya vacuna estaremos restringidos a la pantallita, al oxímoron de «presencia remota», y tendremos que explorar nuevos mecanismos de colaboración en nuestros experimentos. Mientras no haya vacuna (o nos hayamos contagiado y sobrevivido una parte importante de la población) no habrá retorno a una «normalidad» que, con toda seguridad, será diferente a las 2019.

La pantallita y la colaboración científica

Hemos visto cómo la pantallita nos lleva a circular ideas, a interactuar remotamente con nuestros estudiantes y colegas, con alguna efectividad. Las grandes colaboraciones multinacionales en Astronomía y Física de Altas Energía llevan décadas ejerciendo, con bastante éxito estos esquemas de colaboración remota. No es casual, que la web y los navegadores nacieron en el Centro Europeo de Física Nuclear (CERN) y en centros de supercomputación científica (NCSA).

La grandes colaboraciones científicas se generan alrededor de sofisticados observatorios, aceleradores y centros de cómputo avanzado que aglutinan cientos (y a veces miles) de científicos. La mayor parte de la formación de los jóvenes investigadores en grandes colaboraciones transcurre a través de las pantallitas, solo que ahora esa interacción se da desde las casas y no desde los múltiples laboratorios asociados. Si bien, la pantallita urde el día a día de la mayor parte de las colaboraciones, los encuentros trimestrales o semestrales son obligatorios. La colaboración remota se construye sobre una camaradería edificada sobre la base de la presencialidad real, de encuentros físicos mediados con cafés, vinos y cervezas. La empatía para iniciar proyectos, ideas, sueños, surge del mirarse a los ojos,  luego se cimenta a través de cualquier otro medio.

Ahora, mostramos que podemos trabajar desde nuestras casas, con un mínimo personal operando los instrumentos. Pero aún amortizamos relaciones personales con nuestros colegas construida sobre la presencialidad, sobre el contacto humano. ¿Cómo formaremos a los nuevos investigadores sobre la base de las relaciones construidas a tráves de la pantallita con una mínima presencialidad? No lo tenemos claro, pero ciertamente debemos empezar a pensar en ello.

La movilidad reducida y la academia extendida

Los transportes públicos son espacios de pequeñas aglomeraciones ideales para el contagio, por lo tanto, serán los más transformados y sin duda los evitaremos. Unos caminaremos más, las bicis se impondrán y la peor transformación es que muchos se comprarán varios carros. De forma y manera que la movilidad a la cual estábamos acostumbrados (tanto local como globalmente) se modificará de forma drástica.

La movilidad ha sido clave para circular ideas y experiencias en la academia. Los congresos, seminarios, conferencias y, sobre todo las conversaciones informales durante los refrigerios de los eventos y un número importante de horas de sobremesa han sido claves para construir lazos de cooperación científica. Tenemos que crear nuevos espacios de intercambios de ideas. Las ponencias en los congresos deberán dosificarse. No aguantamos más de un par de horas de discusión por pantallita. El formato de las presentaciones deberá alternar la asincronía de las exposiciones con una discusión síncrona de varias de las ponencias. ¿Cómo lo haremos? Está por verse y tenemos que pensarlo con urgencia.

Esta movilidad reducida nos puede beneficiar a los países que siempre hemos sido exportadores de talento. A nuestras emergentes comunidades científicas que todavía no han creado espacios económicos para preservar nuestros mejores estudiantes que emigran a otras regiones con becas y sustentos para su formación. Tenemos que generar esas nuevas oportunidades localmente: becas que les permitan formarse en nuestras instituciones, fondos para la cooperación científica que esas colaboraciones internacionales, que hemos ido construyendo. Como siempre, se cierran unas puertas pero se pueden abrir otras.

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La persecución de una KiloNova

Hace treinta años nos deslumbró la Supernova 1987A, un evento doblemente singular que marcó un hito en la Astronomía reciente. Fue la primera explosión de una estrella visible a simple vista desde que se inventó el telescopio, pero también fue el inicio de una manera distinta de mirar a los eventos estelares. Los comenzamos a estudiar no solo a través de la luz que éstos emiten, sino también mediante la detección de las partículas expelidas de estos acontecimientos cataclísmicos.

El 17 de agosto de este año sucedió otro evento histórico. El telescopio espacial Fermi detecta una erupción de rayos gamma proveniente de una galaxia elíptica, NG 4993, en la constelación de Hidra. Esa erupción fue corroborada por el satélite INTEGRAL, (por sus siglas en inglés: Laboratorio Astrofísico Internacional de Rayos Gamma). Esas dos mediciones daban una mayor precisión al origen de la fuerte emisión gamma y, desde ese momento NGC 4993 se convierte en el centro de la atención de todos los telescopios del mundo, pero sobre todo de aquellos miran al cielo desde hemisferio Sur. Seis minutos más tarde de la alerta inicial de la erupción gamma, el Observatorio LIGO detecta un evento que luego será asociado con la emisión de una onda gravitacional producida por la fusión de dos estrellas de neutrones.

Las ondas gravitacionales son tenues perturbaciones al tiempo y al espacio producidas por la rotación de objetos con masas descomunales. Es la primera vez que se registra este tipo de fusión de los objetos estelares mas densos del universo. La densidad de las estrellas de neutrones equivale a concentrar toda la masa de la Tierra en una esfera de 2 km de diámetro, y no de 12740 km que tiene nuestro planeta. Las estrellas de neutrones concentran toda la masa del Sol en una esfera de 12 km, son dimensiones menores que la extensión de muchas ciudades del continente. Una cucharadita de este material concentrará la masa del Monte Everest.

Diez horas luego de la fusión detectada por LIGO, el Observatorio de Las Campanas, situado en el borde del desierto de Atacama al norte de Chile, detecta un destello visible en la localización indicada. En seguida, la red global de telescopios del Observatorio Las Cumbres corrobora que hay una señal cercana a NGC 4993, en el espacio los satélites SWIFT y Hubble detectan una emisión en el ultravioleta. El atardecer del 18 de agosto se inicia una nueva búsqueda en el cielo del sur y VISTA (Visible and Infrared Telescope for Astronomy), un impresionante telescopio reflector de 4.1 m de diámetro del Observatorio Paranal en Chile, también registra un evento ubicado en la misma región cercana a NGC 4993 y que se mantiene en el cielo de esa noche. Decenas de telescopios en Chile compiten para mirar este fenómeno en una escasa hora antes que se oculte en el horizonte.

Dos febriles semanas siguieron a estas detecciones. Había que buscar en un mar de datos provenientes de todas la fuentes posibles, descartar la coincidencia con otros eventos que estuvieran ocurriendo en esa zona del cielo. Ajustar los modelos que disponemos para comprender este singular cataclismo estelar, para predecir y desestimas el tipo de mensajeros que nos enviarían el fenómeno. Que podría ser luz, partículas, oscilaciones del espacio-tiempo o todas al mismo tiempo. Había que zambullirse en este océano de datos de las múltiples observaciones y 51 observatorios con la cooperación de casi 1000 instituciones de todo el mundo se dan a esa tarea que hoy culmina con la publicación y el anuncio en rueda de prensa de los resultados de detección de la primera fusión de dos estrellas de neutrones.

Es, sin duda una gran novedad. Por primera vez han sido detectadas radiación electromagnética y radiación gravitacional ambas proveniente de un único evento astrofísico y las piezas de este rompecabezas encajan con asombrosa perfección con la descripción de un escenario de coalescencia de dos estrellas de neutrones ocurrido en NGC 4993. Con una kilonova nunca antes vista. La radiación electromagnética fue variada y acorde con los modelos que disponemos para comprender este cataclismo: un colapso de un sistema binario de estrellas de neutrones que genera un jet de partículas de altas energías. El destello gamma es consistente con los modelos de fusión de estrellas de neutrones que simulamos computacionalmente. La emisión en radiofrecuencia, inicialmente detectadas por el arreglo de radiotelescopios VLA desde las planicies de los estados unidos, coincide con lo que esperábamos para los jets de partículas en colapsos de estrellas de neutrones Los pulsos en el ultravioleta, el visible y el infrarrojo corresponden al decaimiento radiactivo de elementos pesados generados la fusión de estos dos objetos estelares. Los jets generados por la fusión impulsan núcleos atómicos a velocidades descomunales que en choques se funden creciendo en masa y número atómico, para luego decaer y estabilizarse en medio del espacio interestelar. Finalmente, la emisión de rayos X con un lento apagamiento que describe, con bastante fidelidad, los efectos del atropellado avance de las partículas expelidas en ese medio, que generaron primero los rayos gamma para luego irse apagando lentamente produciendo radiaciones de menor energía.

Los observatorios de neutrinos: ANTARES, desde el fondo del Mar Mediterraneo, IceCube desde lo profundo del antártico y Pierre Auger desde la pampa argentina no registraron ningún flujo significativo de estas elusivas partículas que casi no interactúan con la materia y viajan atravesando todo lo que encuentran a su paso. Esto es consistente con el hecho que el eje de rotación del sistema binario no nos apuntaba, por lo tanto el flujo es mínimo y no los podemos detectar con el instrumental que disponemos.

Definitivamente, hoy comienza, en forma sistemática, la Astrofísica de Multimensajeros como un gigantesco esfuerzo mundial de mas de mas 4500 investigadores provenientes de 986 instituciones en 41 países de los 5 continentes. Escudriñaremos de forma coordinada a los cielos y empezaremos a entender con mucho más detalle las manifestaciones de los eventos más extremos del universo. Empezamos una nueva era donde Colombia y la Universidad Industrial de Santander participan en esta emocionante etapa en producción de conocimiento de forma colectiva y colaborativa a escala global.

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Largo viaje de los rayos cósmico

De la Tierra a las estrellas

A comienzos del nuevo siglo, en 1909, Theodor Wulf, un padre jesuita profesor de Física de la Universidad de Valkenburg (Holanda), construía un electróscopio o electrómetro, un instrumento que permite medir variaciones de la cantidad de carga eléctrica. Era una versión del experimento que hacemos en el colegio de frotar un objeto de plástico, tocar el electróscopio y comprobar que dos finas laminitas metálicas se separan.  Theodor, observó que sin ser tocado su electróscopio se cargaba. En ese entonces la radioactividad estaba en su infancia, descubierta por Henri Becquerel y Marie Curie, era un intenso foco de estudio de la comunidad científica. Por ello se creía que ciertos minerales radioactivos emitían partículas cargadas y activaban el invento del Prof. Wulf. Sin embargo a este padre jesuita se le ocurrió medir las variaciones de la carga depositada en su electroscopio a medida que ascendía en la Torre Eiffel y descubrió que esa carga depositada aumentaba y no disminuía como se esperaba.

Su artículo reportando este efecto no fue tomado en cuenta por el convencimiento de la comunidad que ese efecto era de origen terrestre. Un par de años después, en 1911, el geofísico italiano, Domenico Pacini hace medidas con el electroscopio de Wulf en montañas, sobre la superficie de lagos, y el mar a 3m de profundidad comprobando un decrecimiento en la cantidad de la carga depositada, y se aventura a proponer que ese efecto debe ser extraterrestre.

Espectroscopio original de Theodor Wulf https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Originalwulf.jpeg

Espectroscopio original de Theodor Wulf https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Originalwulf.jpeg

En ese mismo año, Víctor Hess, recién doctorado de la Universidad de Gaz (Austria) se apasiona en el estudio del fenómeno y demuestra, luego de un detallado e incansable estudio de más de 2 años, que es de origen extraterrestre y que además no está necesariamente asociado a la actividad solar. Hess recibe el premio nobel en 1936 por sus aportes al mostrar que el efecto de carga de los eletroscopios proviene de fuera de nuestro planeta y no de la radioactividad natural como se pensaba. Lo compartió con Carl D. Anderson descubridor del positrón en 1932.

 

Los rayos que son partículas.

Robert A. Millikan, uno de los mejores físicos experimentales de la época y también premio nobel por el descubrimiento del electrón, ratifica el origen extraterrestre del efecto de carga en los electroscopios y los bautiza como rayos cósmicos por creer que eran fotones de mucha energía. Nada tenía que ver la deposición de carga en los electroscopios con radiación, Millikan le apostaba a radiación gamma y no lo era. En 1927 el físico holandés Jacob Clay, comprueba que la radiación cósmica aumenta con la latitud, que debe estar siendo afectada por el campo magnético terrestre y que por lo tanto deben ser partículas cargadas y no fotones. Tres años después, en 1930, Bruno Rossi parte de esa pléyade de físicos italianos obligados a emigrar por el fascismo, muestra que efectivamente son partículas cargadas que son afectadas por los campos geomagnéticos y que necesariamente deben tener carga positiva porque se registra una mayor intensidad cuando provienen del oeste.

Develando la estructura íntima de la materia

Antes que de era de los grandes aceleradores fueron los rayos cósmicos quienes nos fueron develando la estructura más íntima de la materia. No eran experimentos controlados pero si muy copiosos y, algún chance tuvimos de mirar los efectos de alguna de las millones de millones de colisiones que ocurren en la atmósfera comenzando a mas de 100 km de altura y que nos llegan en forma de una constante lluvia de partéculas.
Los positrones, los piones, y los muones fueron descubiertos en las trazas de los rayos cósmicos antes de tener los aceleradores de partículas. En la era de los aceleradores hemos ido construyendo el rompecabeza del modelo estándar de la estructura de los mas pequeño, hemos ido reconstruyendo algunos momentos del origen de nuestro universo. Hoy tenemos instrumentos que nos llevan a energías de nunca antes alcanzadas: En el CERN, el Large Hadron Collider alcanza colisiones de ~14 Tera electron-voltios que nos ha permitido completar casi todo el modelo para comprender los constituyentes mas fundamentales de la materia.
Pero seguimos viendo a los rayos cósmicos como el acelerador natural mas portentoso, que nos pueden brindar eventos cib energías 100 y hasta 1000 veces mayor que las colisiones que registra en el LHC. Allí podremos quizá ver algunas sorpresas del modelo estándar de partículas elementales cuando aumentamos la energía. Ya estamos comenzando a comprobar que medimos mas muones que lo que debiéramos si extrapolamos lo que sabemos del los resultados del CERN. Pero son muy pocas, poquísimas partículas de Ultra-Alta Energía que impactan la alta atmósfera. Estamos hablando de ~1 partícula por kilómetro cuadrado por año, algo así como una partícula que impacta una cancha de futbol por siglo. Son eventos muy esporádicos pero con la paciencia y detectores apropiados podremos verlos.

¿Qué es el Observatorio Pierre Auger?

Es el observatorio de rayos cósmicos más grande del mundo, orientado al estudio de los rayos cósmicos ultra-energéticos y,  recientemente, a explorar los efectos colaterales de las radiaciones cósmicas sobre en el clima terrestre y espacial.

Fue propuesto a principios de los 90 por Alan Watson y James Cronin (Nobel de Física, 1980), con el fin de dar respuesta a los enigmas sobre el origen y la naturaleza de estos fenómenos ultra energéticos. Está ubicado en Pampa Amarilla, Malargüe-Argentina, cubre una extensión de más de 3000 Kilómetros cuadrado y es operado por una colaboración de casi 500 investigadores, de 82 instituciones académicas de 16 países (https://www.auger.org/ ). La inversión inicial -1660 detectores de superficie y 24 telescopios de fluorescencia- superó los 53 millones de dólares y su operación anual ronda los 1,6 millones de dólares.
Colombia, representada por la Universidad Industrial de Santander, participa como miembro asociado bajo la tutela de Brasil desde Noviembre 2014 y a partir de este año 2017 como miembro de la colaboración.
Quizá el logro más importante del Observatorio Pierre Auger es haber construido un inigualable ambiente de equipamiento y apoyo técnico para el estudio de la radiación cósmica. En ese inmenso polígono -de casi 70km de «diámetro» y una superficie de 3000 Km2 – ha surgido un conjunto de instrumentos que se complementan entre sí y permiten estudiar, como en ningún otro lugar del planeta, la radiación cósmica desde múltiples perspectivas.

Desde sus inicios el Observatorio contó con: 1660 detectores de superficie y 24 telescopios de fluorescencia. Con los años, este equipamiento se ha ido mejorando con otros importantes instrumentos:
*) HEAT (por High Elevation Auger Telescopes) son telescopios de fluorescencia que pueden registrar las primeras etapas de las cascadas de partículas producidas por rayos cósmicos;
*) AERA (por Auger Engineering Radio Array) es un arreglo de antenas para detectar la traza de radio-pulsos electromagnéticos (30 a 80 MHz) que dejan los rayos cósmicos;
*) AMIGA (por Auger Muons and Infill for the Ground Array ) es un complemento de detectores de centelleo que permiten estudiar la composición de partículas de los rayos cósmicos de ultra alta energía.

Este conjunto de instrumentos se verá repotenciado por la nueva generación de detectores de superficie -AugerPrime- que aumentarán significativamente la capacidad del Observatorio.

Logros científicos del Observatorio

Los logros científicos más impactantes del Observatorio se centran en la determinación del espectro de energía de los rayos cósmicos más energéticos jamás medidos y su posible asociación con los núcleos activos de galaxias -regiones centrales de ciertas galaxias que presentan una significativa emisión de energía por la supuesta presencia de un agujero negro supermasivo. Igualmente se han establecido cotas para la existencia de variados fenómenos físicos, en particular para la detección de neutrinos que atraviesan grandes volúmenes de roca.

Recientemente, el Observatorio Pierre Auger ha comenzado a interesarse en los efectos colaterales de los rayos cósmicos sobre el clima espacial y terrestre. En particular, la modulación de radiación cósmica de baja energía por la radiación solar y las variaciones del campo geomagnético producto de eyecciones de masa coronal provenientes del Sol. Este tipo de información es muy relevante para el desarrollo de blindaje y protocolos de protección radiofísica para las expediciones espaciales y tripulaciones de aviación comercial.

Igualmente, se ha iniciado una línea de investigación para estudiar la relación de la radiación cósmica con descargas eléctricas en varios niveles de la atmósfera terrestre. De este modo, se comienza a dilucidar una posible relación entre la meteorología espacial y la terrestre.

Desde el punto de vista tecnológico, el observatorio ha realizado importantes contribuciones en instrumentación científica, desarrollando interfaces electrónicas para la detección rápida (nanosegundos) de eventos y esquemas de detección de la interacción cósmicas con diversos dispositivos (centelladores, detectores Cherenkov, detectores de fluorescencia, detectores de variaciones de campo electromagnéticos, entre otros).

Finalmente, Auger ha desarrollado una batería de algoritmos para el análisis de grandes volúmenes de datos y simulaciones detalladas de las interacciones de los rayos cósmicos con la atmósfera. Estas herramientas y resultados permiten a los distintos grupos de trabajo extraer la más variada información de los 1660 detectores de superficie correlacionándola con los registros de los 24 telescopios de fluorescencia.

Durante los casi 15 años de operación, estos logros se han visto reflejados en mas de 500 publicaciones en revistas internacionales de altísimo impacto, las cuales han recibido casi 11000 citas. Cuatro de los artículos publicados se consideran como clásicos en Astropartículas (más de 500 citas por artículos) mientras que otros 4 se tienen por contribuciones famosas (entre 250 y 499 citas por artículo) http://inspirehep.net/search?ln=en&p=cn%20Pierre%20Auger&of=hcs2

¿Qué es lo que se está anunciando hoy?

Hoy estamos presentando una respuesta a esas preguntas que dieron origen al Observatorio ¿cuál es el origen de los rayos cósmicos de ultra-alta energía? ¿provienen de eventos cataclísmicos dentro de nuestra galaxia o quizá de fuera de ésta? Luego de hurgar en millones de millones de datos registrados durante los últimos 12 años, se pudieron aislar 30.000 eventos de 4 Exa electronvoltios o más (100 veces mas energéticas que las partículas del CERN) provenientes de casi la totalidad del cielo del hemisferio sur. Esos eventos mostraron una anisotropía que solo es consistentes con el origen extragalático. Dicho en pocas palabras, cuando miramos hacia el centro de la galaxia vemos menos partículas que cuando miramos hacia su borde, y esa diferencia es significativa para ser considerada un resultado confiable. Esa diferencia fue corroborada independientemente por diferentes métodos y por varios equipos de trabajo.

¿Cuál será el impacto de este descubrimiento?

Primeramente la importancia de este esfuerzo de años, de una colaboración de casi 500 personas de mas de 80 instituciones de 16 países, pacientemente y sin descanso han tabajando por mas de 20 años para presentar estos incontestables resultados. Segundo el avance tecnológico en la detección tanto en la parte instrumental como en los algoritmos y técnicas que se han ido desarrollando. La innovación no viene sola, nace de la ciencia básica hecha con calidad, perseverancia y paciencia. No podemos emprender planes nacionales de innovación que no estén soportados por aportes sólidos en ciencia básica.
Pero quizá lo más importante es que estamos en el nacimiento de la Astrofísica de multimensajeros. Comenzamos a ver a los objetos astrofísicos desde distintas perspectivas. Esos cataclismos producen radiación, expelen partículas y nos mueven el espacio tiempo. Varios observatorios en el mundo miran sin cesar esos restos de los acontecimientos mas energéticos de nuestro universos. Supernovas, choques de galaxias, coalescencia de agujeros negros, de estrellas de neutrones producen grandes cantidades de energía que nos llegan en forma de destellos gamma, neutrinos, protones energéticos y ondas gravitacionales. Estamos por comenzar esa era y Observatorios como el Pierre Auger forma parte de esos ojos gigantes que miran hacia el cielo

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La UIS en números vista por un (casi) outsider

Es una tremenda costumbre conservar la historia institucional en números, para que puedan ser masajeados y podamos generar algunas reflexiones. Sin duda, una institución que puede ser analizada a través de sus datos es mas fácil de transformar mediante  políticas basadas en esa imagen cuantitativa.

En estos días me preguntaba por qué esa quejadera permenente de la posición que ocupa la UIS en los rankings internacionales. La verdad me parece que la tenemos bien ganada, que nos falta mucho por sacudirnos el provincianismo para poder «boxear» en otras divisiones. Quise mirar como nos vemos y como se ven las otras universidades en un período de 20 años

Publicaciones 4 Univ Colombianas 1993-2015

Publicaciones en rastreadas por Scopus de UniVALLE UniAndes UdeA y UIS

Una búsqueda rápida en Scopus muestra que efectivamente la UdeA y UniValle tienen una productividad mucho mayor que la UIS. Hay algunas curiosidades dignas de ser mencionadas. A partir del 2000, UdeA despega y supera a UniValle y algo parecido pasa con UniAndes en esas mismas fechas. La productividad de la UIS crece pero en otra escala cuando es comparada con esas otras instituciones.

En seguida surge la pregunta si esas instituciones son comparables en el número de profesores y estudiantes. Como este no es mi oficio y no quiero invertir mucho tiempo, se me ocurre echarle un vistazo a los números de la UIS que si están accesible en los reportes anuales institucionales.

Lo primero que arrojan los datos de la UIS es que es que somos una universidad de pregrado, y que eso se ha acentuado: la matrícula se ha casi duplicado en estos 20 años y, la actividad de postgrado se ha mantenido muy marginal.

Número de estudiantes de pre y postgrado. Definitivamente la UIS sigue siendo una universidad de pregrado, por lo tanto la investigación no puede distinguirla

Número de estudiantes de pre y postgrado entre 1996-2015. Definitivamente la UIS sigue siendo una universidad de pregrado, por lo tanto la investigación no puede distinguirla

Luego uno comprueba que en estos 20 años:

  1. el número de profesores planta ha se ha incrementado muy poco (~ 10%);
  2. casi la mayor parte de la actividad docente descansa en los profesores cátedra: el número de profesores cátedra (tiempo completo equivalente) ronda la mitad del número total de profesores;
  3. el número de profesores planta con doctorado ha ido aumentando y en el 2015 casi la mitad de profesores planta tienen título de doctor.
Número total de profesores: Cátedra tiempo completo equivalente; Planta con doctorado; Planta sin doctorado

Número total de profesores: Cátedra tiempo completo equivalente; Planta sin doctorado; Planta con doctorado. El número de profesores planta con doctorado ha ido aumentando y hoy casi alcanza a la mitad del número de profesores planta. El número de profesores cátedra (tiempo completo equivalente) ronda la mitad del número total de profesores planta.

Uno supone que son los profesores planta quienes generan las publicaciones que impactan en los índices como Scopus, entonces se pregunta ¿cuánto publicamos los profesores planta? y si suponemos que quienes tienen doctorado son quienes publican ¿cuánto publican nuestros doctores?

Relación profesor alumno (en decenas de alumnos por profesor), Número de publicaciones scopus por profesor planta con doctorado y número de publicaciones por profesor planta (con y sin doctorado)

Relación profesor alumno (en decenas de alumnos por profesor), Número de publicaciones scopus por profesor planta con doctorado y número de publicaciones por profesor planta (con y sin doctorado)

Los números son elocuentes: la producción scopus de los profesores es exigua y en los últimos 8 años ronda la media publicación por profesor por año. La situación mejora un poquito si suponemos que solo los doctores publican. Entonces observamos que venimos disminuyendo nuestra productividad luego del máximo histórico de 2009 de 1.63 publicaciones por doctor. Ahora bien, esa disminución de la poca productividad no puede achacarse a sobrecarga de docencia, porque la relación alumno profesor se ha mantenido casi constante en los últimos 18 años alrededor de los 25 alumnos por profesor.

Pero esa situación no es cierta en la UIS la facultad de ciencias de la salud tiene pocos doctores y es una de las más activas en Scopus

Porcentaje de docentes por facultad 2015 según su grado académico. Solo la facultad de Ciencias supera el 50%.

Porcentaje de docentes por facultad 2015 según su grado académico. Solo la facultad de Ciencias supera el 50%.

Finalmente y para cerrar esta nota, graficamos la evolución del numero de publicaciones y la planta profesoral con título de doctor

Evolución del número de profesores planta con doctorado y evolución del número de publicaciones Scopus.

Evolución del número de profesores planta con doctorado y evolución del número de publicaciones Scopus. Parece que los cambios en la productividad tienen una periodicidad de 3 años y coinciden bastante bien con los cambios de las directivas universitarias.

Aparentemente los datos revelan lo obvio: Los cambios en el crecimiento de las publicaciones Scopus tienen periodicidad de 3 años y coinciden bastante con los períodos rectorales. Por otro lado, los cambios en el crecimiento de la nómina de doctores tienen una periodicidad de 4 años.

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