Héctor Rago
La sabiduría convencional suele vislumbrar una relación entre creatividad y locura. Desde la antigua Grecia hasta nuestros días imaginamos a los genios en la triple frontera de la excentricidad, la normalidad y el desorden mental. La idea del “científico loco” es moneda corriente en la cinematografía y en la iconografía cultural de la modernidad. Nos figuramos al matemático de acuerdo con el estereotipo hollywoodense de alguien obsedido por la búsqueda descabellada de patrones en todas partes y en la línea que bordea el mundo desquiciado.
¿Existe realmente una correlación entre la aptitud para la abstracción matemática y una propensión a la disfuncionalidad mentales? ¿Hay razones para pensar que la genialidad matemática se la lleva bien con la perturbación mental?
George Cantor domesticó el infinito. El matemático alemán nacido en Rusia formalizó la teoría de conjunto y realizó enormes aportes en la comprensión de lo que llamó los números transfinitos y formuló la hipótesis del continuo, aún no demostrada. De personalidad exaltada e intensa, comenzó a sufrir colapsos nerviosos y episodios maníaco depresivos que ameritaron su reclusión cada vez más frecuente en sanatorios donde terminaría falleciendo en los albores de la primera guerra mundial. “La esencia de las matemáticas es la libertad”, proclamó y tal vez las zarpas de las matemáticas le desgarraron su propia libertad. No pocos estudiosos han urdido la hipótesis de acuerdo con la cual hubo relación de causa efecto entre su obsesión por desentrañar los vericuetos del infinito y su trastorno mental; y tal vez esa hipótesis sea tan difícil de demostrar, como la hipótesis del continuo.
Kurt Gödel fue sin duda el lógico más brillante del siglo XX. Conmovió los cimientos de las matemáticas en los años treinta al demostrar que en un sistema formal siempre hay proposiciones cuya veracidad no puede ser demostrada con los axiomas del sistema. Las matemáticas estaban construidas sobre bases menos firmes de lo que se pensaba. La estabilidad emocional de Gödel también. El gran lógico comenzó a dudar de las verdades de sus propia lógica interna. Las crisis de paranoia lo llevaron a ser internado en sanatorios. Vivía con el temor de ser envenenado hasta que el más grande de los lógicos con la más lógica más absurda, para no morir envenenado se dejó morir de hambre.
John Nash, fue un brillante matemático norteamericano especialista en geometría diferencial y teoría de juegos. Se doctoró a los 21 años en Princeton y posteriormente ganaría el premio Nobel en economía por sus aportes fundamentalmente la noción de lo que se conoce como equilibrio de Nash. En cambio el desequilibrio de Nash era su mente. A los treinta años le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide y osciló entre la realidad y el delirio hasta su muerte. La película “Una mente brillante” retrata la tragedia de John Nash.
Grigori Perelman, una capacidad matemática formidable que logra demostrar la conjetura de Poincaré, rechaza la medalla Field y un premio de un millón de dólares. Vive austeramente con su madre y pasea fugazmente su aspecto de pordiosero por las calles de un destartalado barrio de San Petesburgo donde se rumora que trabaja en una demostración matemática de la existencia de dios.
Theodore Kaszinski, fue un destello brillante, egresado en matemáticas de Harvard y un doctorado en la universidad de Michigan. Hubiese tenido una carrera académica brillante de no ser por las jugarretas de su mente. Renunció a la universidad, se hizo ermitaño y comenzó a mandar sobres-bomba. Actualmente paga condena en una cárcel de USA.
Los ejemplos pueden multiplicarse, desde Newton y su incapacidad dramática para relacionarse con sus contemporáneos, el suicidio de Boltzman y sus habilidades matemáticas.
Lo cierto es que la intersección del conjunto de las neurosis con el conjunto de los matemáticos es mayor que con el de otros profesionales.
Y más aún, que la razón detrás de la siempre sospechada conexión entre el talento creativo de los matemáticos y los desajustes mentales puede tener una explicación en la química del cerebro: las investigaciones apuntan a que el sistema de dopaminas, un neurotransmisor en el cerebro, es similar en esquizofrénicos y bipolares y en la gente altamente creativa. Y en consecuencia pueden convivir con pensamientos divergentes, ideas contradictorias y eso mayor flujo errático de información le permite explorar caminos originales y establecer asociaciones que un cerebro normal no mandaría al plano consciente.
En ocasiones “razonar fuera del perol” puede ser una ventaja porque la hiperactividad de ciertas zonas del cerebro puede ser disrruptiva y abrumadora, pero algunas de estas ideas no suprimidas pueden señalar un camino original y no transitado previamente.
Como en todo romance, el de los matemáticos con las matemáticas debe tener su toque de locura, pero no demasiado.
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Para la musicalización de este post se usó:
1.- Metástasis (1954). Autor, Iannis Xenakis (1922 – 2001).
2.- Sueños (Dreams), 1948. John Cage (1912 – 1992)
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