Una de las estrategias que hacen exitosa a la ciencia, es la de otorgarle valores numéricos a la realidad. Para eso es necesario medir y calcular. El gran Galileo comprendió profundamente el papel de las mediciones cuando afirmó: “mide todo lo que puedas, y lo que no puedas, hazlo medible”.
Aprendimos a medir y a calcular longitudes y distancias, tan pequeñas como billonésimas de centímetro o tan grandes como miles millones de años luz. Midiendo el tamaño de la sombra de varillas verticales en distintas ciudades, los griegos supieron calcular el radio de nuestro planeta.
Aprendimos a medir el tiempo con enorme precisión, desde lapsos tan cortos como el de vida de una partícula elemental inestable, o tan largos como la edad del universo. La medición de los períodos de los planetas fue fundamental para establecer la ley de gravitación universal.
Aprendimos a pesar los objetos y a conocer sus masas, desde los muy livianos como el electrón hasta los muy pesados como una estrella o una galaxia.
Aprendimos a calcular velocidades de objetos en la Tierra, o de planetas alrededor del sol; las velocidades con las que se alejan las galaxias o la velocidad a la que se propaga la luz, la mayor velocidad posible.
Aprendimos a medir y a calcular temperaturas enormes o muy bajas, y densidades pequeñas o descomunales como las de una estrella de neutrones.
Supimos cómo medir aceleraciones y fuerzas entre electrones y protones, o entre planetas y el sol.
A través de las mediciones podemos establecer correlaciones y descubrir regularidades, patrones de comportamiento, que codificamos en forma de leyes, ecuaciones, modelos y teorías. Las mediciones sin teoría son manía de coleccionista. La teoría sin mediciones es religión. La ciencia requiere de ambas: mediciones y teorías.
A su vez, las leyes nos permiten construir aparatos tecnológicos y sistemas de medición cada vez más sofisticados con los que escrutaremos con más precisión al mundo físico.
Únicamente midiendo, intuyendo leyes, calculando y volviendo a medir, ha logrado la humanidad ir poco a poco reconstruyendo el formidable crucigrama del universo.
Héctor Rago