Héctor Rago
Entre las diversas certezas que nos depara la ciencia, una es que vivimos en un universo jerárquico y altamente estructurado. Desde las mínimas distancias características del mundo subatómico, hasta las inimaginables distancias extragalácticas, en todas las escalas las fuerzas de la naturaleza han moldeado en el transcurso del tiempo una asombrosa diversidad de estructuras.
Los quarks interactúan entre ellos para formar protones y neutrones. Éstos a su vez constituyen los núcleos atómicos. Los núcleos interactúan con los electrones para formar átomos, base de la materia cotidiana.
Los átomos pueden asociarse en moléculas muy simples como la del agua, o complejas moléculas orgánicas como las que forman a los virus, plantas y seres humanos.
Un número muy grande de átomos pueden aglutinarse gracias a la gravedad, en forma de oscuros planetas o brillantes estrellas que emiten luz debido a las reacciones nucleares en sus centros. A su vez, miles de millones de estrellas se asocian gravitacionalmente en forma de galaxias en donde se crean las condiciones apropiadas para que sigan formándose nuevas estrellas mientras mueren las más viejas, en una exquisita ecología cósmica.
Las galaxias se atraen entre sí para formar cúmulos de galaxias y éstos a su vez forman supercúmulos, que se alejan velozmente unos de otros por la expansión del universo.
Hubo una época en la que el universo era muy uniforme. La intensa radiación del big bang disolvía cualquier estructura. El universo era más sencillo pero menos interesante. La evolución del universo nos muestra hoy una impresionante jerarquía de estructuras relativamente estables.
La ciencia ha logrado entender que toda la inmensa diversidad del mundo físico se debe a la acción de varias fuerzas, a los valores numéricos de las constantes universales y a leyes que poco a poco hemos ido descubriendo. Ese es un logro muy importante.
Pero es preciso un llamado a la humildad. Esas mismas leyes nos informan que la materia que forma las estructuras que vemos en el universo, forma apenas el 5% de la materia y energía total; que hay un 95% de materia y energía que llamamos “oscura”, que sabemos que está allí, que detectamos sus efectos gravitacionales, pero de cuya naturaleza sabemos muy poco.
En los años por venir, tecnología, teorías científicas e imaginación, seguirán sumando esfuerzos por comprender el universo jerárquico en que vivimos; un reto tan viejo como la propia humanidad.
Héctor Rago