Héctor Rago
Para Johanna Calderón
Johann Sebastian Bach y Sir Isaac Newton no necesitan demasiada presentación. A pesar de que nunca se conocieron, son numerosos los lazos que los unen. Nuestros personajes tuvieron nacionalidades y profesiones diferentes: uno era físico y el otro era músico. Uno era inglés, y el otro era alemán.
Incluso su vida familiar fue muy diferente si recordamos que Bach tuvo veinte hijos y dos esposas mientras que Newton no tuvo ninguna esposa ni tuvo hijos y probablemente murió virgen. No fueron perfectamente contemporáneos. 42 años es el lapso en el que ambos fueron simultáneamente habitantes de este planeta. En 1685, año en el que Isaac, de 42 años, consolidaba su teoría de gravitación en Cambridge, nacía en Eisenach, Johann Sebastian. Pero ambos respiraron el mismo clima de indagación intelectual que impregnó a Europa y sobre todo a Inglaterra, Alemania y Francia, hacia los años de la Ilustración que se presagiaba. Un mismo y complejo hilo conecta a la tradición musical occidental con el modelo científico occidental. Ese hilo tiene a Bach en un extremo y a Newton en el otro.
Ambos se nutrieron de la misma atmósfera cultural que propiciaba el racionalismo, la búsqueda de la verdad a través de la observación y el florecimiento de la ciencia, a la que Newton tanto contribuyó.
Firmes creyentes, el esfuerzo de cada uno estaba dirigido a glorificar la imagen de Dios. El tiempo y el espacio de Newton, era expresión del sensorium de dios y las regularidades del universo y las leyes de la física confirmaban la existencia del dios que promulgaba estas leyes. Las composiciones de Bach encarnaban la difícil tarea de encontrar para sí mismo un argumento para la existencia de Dios, tal vez el objetivo último de su obra musical.
Newton pretendía con su física, descifrar la estructura de la realidad material. Por su parte Bach pretendía en su música conseguir una forma de verdad musical. Si el arte imita a la naturaleza, debían descubrirse las leyes que gobiernan a la música.
Isaac Newton se valió de la experimentación, la geometría y el cálculo diferencial e integral para develar las leyes del mundo material. El órgano y el clavecín habrían de ser los instrumentos de análisis y exploración del universo musical para Johann Sebastian, quien desestimó la carrera de virtuoso de un instrumento para sumergirse en la composición, la armonía y el contrapunto, entender sus leyes, y conocer los principios que rigen las estructuras musicales que creaba. El mundo de la física y el mundo de la música, ambas destilaban una racionalidad que debía ser expresada en patrones matemáticos.
Bach hablaba de “la ciencia musical” explícitamente. Por ejemplo, en una carta al rey de Polonia a quien le dedica parte de lo que habría de ser su Misa en Si menor, Bach le escribe: “A su Alteza Real le presento con la más profunda devoción la presente pequeña obra de ciencia que he realizado en la música“. ¿Una misa concebida como una ciencia? ¿Una ciencia musical? Así lo concebía el propio Bach.
El tiempo, es un eslabón definitivo entre la física y la música, esa “misteriosa forma del tiempo” en la afortunada frase de Borges. Newton definió su noción de tiempo absoluto, preciso, inalterable, ese del que el poeta mexicano Octavio Paz diría: “desdeñoso del placer o del dolor, sólo transcurre” identificando al tiempo con la recta matemática de los números reales. Bach diseccionaría ese tiempo poblándolo de compases que sostendrían las excelsas estructuras que creó. Es imposible que Bach, quien además frecuentaba los predios académicos y tenía un genuino interés por la filosofía, no percibiera el impacto que el sistema newtoniano tuvo en el espíritu cultural de la época. Hay quien ha afirmado que escuchar sus piezas abstractas como el Arte de la Fuga, o las Variaciones Goldberg es percibir de primera mano el flujo continuo, estacionario, del tiempo absoluto newtoniano.
Luego todo fue cambiando: la relatividad nos habló de un espaciotiempo de cuatro dimensiones, curvo y dinámico, y la física cuántica nos reveló un microcosmos alejado de la intuición, donde las probabilidades y las incertidumbres son la norma. Las leyes de la realidad se hicieron más complejas y más abstractas, pero ampliaron nuestra compresión de la realidad a otras escalas. El universo físico iba entregando poco a poco sus secretos.
Los músicos a su vez exploraron nuevas posibilidades tímbricas, acostumbrando a los oídos a nuevos sonidos, disgregaron el ritmo y jugaron con el atonalismo , el serialismo y la música estocástica. La música también se hizo más abstracta y más compleja ampliando las posibilidades creativas. El universo sonoro se hizo más rico.
Sir Isaac Newton y Johann
Sebastian Bach fueron hijos legítimos de su tiempo. Los dos rostros visibles de
la intensa relación Física / Música. Ambos escalaron la cúspide más alta y
llevaron su disciplina a un grado de rigor tal, que después de ellos nada
volvería a ser igual.
Einstein, físico y músico, se disculpó ante Newton por atreverse a modificar
sus leyes, y refiriéndose a Bach advirtió: “En referencia a la vida y la obra
de Bach: escúchenlo, tóquenlo, ámenlo, venérenlo y ¡mantengan la boca cerrada!”
Eso haremos.
Espejos, antecedentes, consecuentes, retrógrados, inversiones, transportaciónes e imitaciones… Todo un compendio científico del cuerpo y del alma. Unión mística entre lo celestial y lo terrenal, ciencia del arte y arte de la ciencia, preludio y fuga insertas en el tiempo y en el espacio.
¡Qué maravilla de entramado!
Graciás estimadísimo, halagador comentario que se aprecia más por venir de quien viene. Seguiremos escribiendo, narrando y editando para que los aprecien. Grande abrazos,
H.
Pues la verdad es bien interesante esta lectura y audio 🤔🤔🤔 me encantó UwU quisiera continuar con estas cosas más tardecito uvu
Qué bueno Carlos, gracias por oír Astronomía Al Aire, y por el comentario tan bonito.
Ojalá disfrutes los 114 que llevamos posteados!!