NEWTON NO OÍA RADIO

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¿Newton oía radio? No, claro que Newton no oía radio. Porque aún no habían inventado la radio, obvio, pero hay que ver por qué no la habían inventado. La razón es que aún no se habían descubierto las leyes de los fenómenos eléctricos y magnéticos, o mejor, electromagnéticos. Los fenómenos gravitacionales son mucho más cotidianos y con más presencia en nuestro entorno, que los electromagnéticos. Es sencillo dejar caer cuerpos y estudiar cómo caen, rodar cilindros en planos inclinados, experimentar con péndulos; y también observar y medir el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra, y la de los satélites alrededor de los planetas y de los planetas alrededor del Sol. Fue así como a través del tiempo la humanidad rompió paradigmas, hizo observaciones, hizo experimentos, midió, creó los conceptos necesarios, e inventó las matemáticas necesarias. Y de la mano de Newton, la ley de gravitación universal nos deparó una comprensión de la fuerza de gravedad, así en la Tierra como en el cielo. La delicada maquinaria del sistema solar se hizo transparente y la humanidad dio un paso gigantesco comprendiendo un aspecto importante del universo. Es natural que la primera fuerza fundamental que la humanidad entendió, haya sido la fuerza gravitacional. Pero era apenas el primer paso.

Isaac Newton, (1642 – 1727)

Newton no oía radio a pesar de que los imanes habían sido descubiertos antes de nuestra era; y en el siglo I los navegantes chinos usaban la brújula para orientarse en alta mar. En el año 600 ya se sabía que algunos cuerpos frotados adquieren lo que posteriormente se llamaría carga eléctrica. Aún no se sabía que nuestro corazón late por impulsos eléctricos y que nuestros ojos son excelentes detectores de ondas electromagnéticas, y que el fenómeno de la vida depende manera fundamental de interacciones eléctricas. Todo eso se fue aprendiendo después. Descifrar las fuerzas eléctricas y magnéticas no fue nada sencillo a pesar de la experiencia ganada con la fuerza gravitacional; la naturaleza no estaba dispuesta a entregar fácilmente sus secretos. Hacer experimentos con cargas eléctricas, pilas, imanes, corrientes, es difícil, los conceptos básicos que subyacen a los fenómenos eléctricos y magnéticos son más abstractos y las matemáticas son más complicadas. La humanidad tuvo que esperar pacientemente y ver transcurrir al siglo XVII, XVIII y buena parte del XIX para culminar en 1865 cuando James Clerk Maxwell sintetizó en un conjunto de ecuaciones matemáticas, las leyes del electromagnetismo. Y claro, ya Newton se había muerto cuando la humanidad entendió la fuerza electromagnética.

James Clerk Maxwell (1831 – 1879)

Las ecuaciones le permitieron a Maxwell hacer un descubrimiento sensacional: los campos eléctricos y magnéticos pueden propagarse en el vacío en forma de ondas, que viajan a la velocidad de la luz. La luz resultó ser campos eléctricos y magnéticos oscilantes. Entender estos fenómenos permitió dominar una nueva tecnología, y todo cambió de repente: en cuestión de unos años apareció la telegrafía inalámbrica, transmisiones de radio, ciudades con electricidad, telefonía, motores eléctricos, dinamos, y de allí a las imágenes por resonancia magnética, controles a distancia, trenes por suspensión magnética, envío de imágenes desde otros planetas, celulares y Alexas. También en el plano teórico se comenzó a gestar un terremoto conceptual: La física de Newton establecía que toda velocidad es relativa, y nada limita la velocidad que un objeto pueda llegar a tener. En cambio, el electromagnetismo estaba afirmando que el valor de la velocidad de la luz era absoluto, que no depende de la velocidad del detector ni de la fuente. La velocidad de la luz es por tanto una barrera insuperable. Ambas teorías estaban haciendo afirmaciones contradictorias. Y sí, las teorías deben ser compatibles con los experimentos, pero también deben ser coherentes entre ellas. Algo estaba mal, muy mal.

Einstein entendió que era necesario modificar las ecuaciones de Newton para hacerlas compatible con la existencia de una velocidad que era una constante universal. Esto fue lo que hizo Einstein en 1905 con la relatividad especial. Claro, lo que hemos descrito es una caricatura del gigantesco maremágnum de contradicciones y caminos sin salida que la física vivió a finales del XIX y comienzos del XX. Las teorías de la ciencia las formulan los científicos inmersos en las preconcepciones y prejuicios de la época y de las teorías del momento: romper con esto no es nada fácil. La teoría electromagnética desarrollada por Maxwell sabía más que Maxwell. El electromagnetismo estaba gritando su verdad: hay una velocidad límite y las leyes de Newton están transgrediendo ese límite, pero ni Maxwell ni sus contemporáneos lo advirtieron. Visto retrospectivamente la relatividad especial de Einstein fue la segunda teoría relativista. La primera fue el electromagnetismo de Maxwell, antes de que Einstein naciera.

Maxwell tampoco oyó radio. Hubiera podido oír las primeras transmisiones en 1907, pero no vivió lo suficiente: Curiosamente el mismo año que vio nacer a Albert Einstein, vio fallecer a James Clerk Maxwell. Un cáncer de estómago se lo llevó tempranamente cuando apenas tenía 48 años. Como todo físico, Maxwell era fan de Newton, y escribió y disertó  acerca de los fundamentos del sistema Newtoniano. Maxwell no pudo sospechar que sus ecuaciones portaban el germen que habría de dinamitar los conceptos de espacio y tiempo absolutos que tanto había defendido.

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