LOS CHICOS DE FERMI PARTE 2

En el año de 1939 la firma de Albert Einstein encabeza una solicitud al presidente de los EEUU, Franklin Delano Rooselvelt. En busca de financiamiento  para el desarrollo de una bomba nuclear. Hitler y la ciencia alemana estarían tras ella. El proyecto Manhattan, para construir bombas atómicas,  había empezado a moverse. Y ya sonaban los  primeros disparos de la 2 guerra mundial.

Bruno Pontecorvo trabaja en Paris con Irene Curie y Frederick Joliot, entusiastas militantes comunistas. Bruno se inscribe en el partido  comunista italiano. Su familia se exilia en el Reino Unido salvo su hermano Gillo, que fue a París donde se haría un conocido cineasta. Años después filmaría un clásico: La Batalla de Argel

Edoardo Amaldi permaneció en Italia y años después sería cofundador y secretario general del CERN, Centro Europeo para la Investigación Nuclear.

Cuando Hitler invade Paris, Pontecorvo y su hermano huyen en bicicleta a Tolouse, donde Bruno se reunió con su mujer, Marienne y con su hijo.

Bruno y Marianne con su primer hijo

A los pocos días estaba en Estados Unidos. Su militancia comunista le impidió participar en el Proyecto Manhattan. En 1942 es el líder científico en la construcción de un reactor nuclear en Canadá. En tanto Fermi construye el de Chicago. 

Publica métodos para detectar neutrinos que vienen del Sol o de los reactores.

Bruno En un reactor (¿Harwell?)

En 1949 se muda a Inglaterra a colaborar en el programa nuclear inglés, y al año siguiente, mientras estaba de vacaciones en Italia, desaparece misteriosamente junto con su esposa Marianne y sus tres hijos. La deserción ocurrió a escasos meses de la detención del espía nuclear Klaus Fuchs, compañero de Bruno en el reactor de Harwell en el Reino Unido. Tras cinco años sin rastros, reaparece en la Unión Soviética como uno de los responsables de la física nuclear de ese país. Durante 28 años no pudo salir de la URSS, y cuando lo hizo, siempre fue con vigilancia de guardaespaldas.

Pontecorvo en Dubna, ex-Unión Soviética

En 1951 fue señalado sin mayores pruebas como sospechoso de espionaje. Era una época signada por la paranoia política de la guerra fría, cacerías de brujas al amparo del Macartismo, secretos nucleares y lealtades divididas. El servicio secreto inglés nunca investigó la acusación.

¿Fue Bruno Pontecorvo un espía a favor de la URSS? Responder esa pregunta puede ser más difícil que saber cuál fue el destino de Majorana. Nunca hubo pruebas contundentes.

La historia de la guerra fría con su delicado equilibrio del terror no hubiera sido diferente si Pontecorvo transmitiera información o no. Sin duda que él ayudó con sus conocimientos, pero los científicos soviéticos estaban ciertamente capacitados para desarrollar bombas nucleares. En multitud de entrevistas posteriores señaló que siempre trabajó en reactores nucleares, pero nunca en bombas. Sus archivos en el FBI norteamericano y en la KGB rusa, permanecen aún clasificados.

En cambio su historia personal sí cambió con su fuga a la URSS. Su carrera científica se frustró. La confidencialidad de las publicaciones soviéticas evitaron que se convirtiera en la gran figura que fue Fermi.  Sus artículos científicos se conocían en occidente con años de retraso. Al menos tres de sus ideas acerca de la física de los neutrinos condujeron a premios Nobel. Él no pudo ganar ninguno, verificarlas suponía una tecnología que la Unión Soviética no le brindaba y de haber estado en occidente otra hubiera sido la historia.
Para colmo, a Marianne se le agravaron los cuadros depresivos y pasó gran parte de su estadía en Dubna, en psiquiátricos.
Su libertad fue aumentando en la medida en la que el régimen soviético se derrumbaba

A una pregunta de un funcionario del gobierno ruso que organizaba una entrevista, Pontecorvo respondió airadamente:
“Quiero morir como un gran científico, y no como un maldito espía”

En 1993 falleció de Parkinson en Dubna “el cachorro”, el último de los chicos de Fermi. La mitad de sus cenizas están en Dubna y la otra en Italia. Las de Majorana, en cambio, nunca sabremos a dónde fueron a parar.
(Ver la parte 1)

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Musicalización del podcast
1.- Quiet City (Ciudad Quieta) 1939, tema originalmente concebido como música incidental de una obra de teatro. Compuesta por el norteamericano Aaron Copland (1900-1990)

2.- La vie en rose, canción popular francesa, escrita por Piaf y música de melodía de Louis (1945)

3.-Tema Ruso Op. 11 N 3 del compositor ruso Sergei Rachmaninoff, al piano Clara Park and Martin David Jones.

4.- Canción rusa, compuesta por Igor Stravinsky, (Arr. Markevitch para Cello piano Piano). 1946.

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