Héctor Rago
“Transgrediendo fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la teoría cuántica de la gravitación” fue el rimbombante título que el físico neoyorkino Alan Sokal eligió para su trabajo aceptado en 1996 por la prestigiosa revista norteamericana Social Text.
Nunca imaginaron los editores de la revista el escandaloso terremoto que estaba por desatarse y que estremecería los cenáculos intelectuales de Los Estados Unidos y Francia.
El artículo mezclaba citas de los más consagrados pontífices de la filosofía postmoderna, como Jacques Lacan, Jean Baudrillard y Julia Kristeva, Jacques Derrida, Gilles Deleuze entre otros, con la jerga técnica de las más abstractas teorías de la física como la teoría cuántica de campos, topología diferencial y dinámica no lineal.
Los editores no podían estar más halagados. Un teórico de las ciencias duras como la física, presuntamente reivindicaba un discurso en sintonía con el pensamiento postmoderno, y sugería que la realidad física es una construcción social y lingüística. La moda intelectual era agredir a la ciencia, descalificarla mientras que la calificaba como una convención social, una narrativa o un mito en nada diferente al mito del diluvio. Obviamente la visión de la física es otra y está haciendo afirmaciones objetivas sobre la realidad.
El halago duró poco. Dos semanas después, Sokal reveló la verdad: su “profundo y sesudo artículo” era una gigantesca parodia, una burla de principio a fin donde se mezclaban una sarta de disparates sin ningún significado pero con apariencia de la profunda reflexión filosófica típica de la narrativa pseudointelectual.
La apuesta era que la publicación de un artículo absurdo desnudara la debilidad de los criterios de los editores, mostrara descarnadamente que la forma podía pesar más que el fondo y que el amor-odio de algunos sectores humanístico abría indiscriminadamente las puertas de las editoriales a la insensatez. Sokal recurrió al humor pesado, a la broma cruel, para denunciar el palabrerío vacío y la oscuridad retorcida, como sinónimo de profundidad dejando en ridículo a la prestigiosa revista.
La sátira feroz fue el arma que el físico usó para tomarles el pelo a los intelectuales postmodernos que hacían gala de una delirante oscuridad del lenguaje y por si fuera poco descalificando a la ciencia como empresa humana.
La revelación de Sokal encendió la pradera. El orgullo herido de los intelectuales, sobre todo de la intelectualidad francesa desató una ola de declaraciones y contradeclaraciones en los círculos académicos incluso a través de medios masivos como el New York Times.
Al año siguiente, en 1997 Sokal volvió al ataque. Junto con el físico belga Jean Bricmont publicó el libro “Imposturas Intelectuales”
donde de manera más sistemática denuncian cómo distintos autores usan incorrectamente el lenguaje de las ciencias, sólo para prestigiar un discurso, que paradójicamente está dirigido a descalificar a la ciencia. La intoxicación de conceptos usados fuera de contexto los pone en evidencia. Afirmar, como afirmó Lacan, que la raíz cuadrada de menos uno, el número imaginario i, base de los números complejos, representa el órgano eréctil masculino, es demasiado.
El affaire Sokal metió el dedo en la llaga de la enorme brecha entre lo que el periodista C. P. Snow llamó las dos culturas, la científica y la humanística. Reducir el abismo de incomprensión entre ellas, sigue siendo asignatura pendiente.
El artículo de Sokal, aquí.
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La revista Lingua Franca publicó todo el episodio, incluyendo el articulo original, las razones de Sokal para publicar el artículo en Social Text, la respuesta de los editores, y comentarios de otros autores. Una verdadera comedia, convertida en tragicomedia por las ridiculas excusas y razones de los editores de Social Text. Aplaudo el esfuerzo de Sokal para desenmascarar a los farsantes del postmodernismo.