Afirmar que Einstein es imagen de la ciencia del siglo XX, es afirmar lo obvio. Más importante es preguntarse por qué en el siglo de científicos brillantes como Bohr, Dirac, y Heisenberg, pudo Einstein erigirse como icono del mundo contemporáneo.
En 1919, al finalizar la Primera Guerra Mundial, Einstein era una reconocida figura en la comunidad científica: había creado la teoría de la relatividad y faltaban dos años para que obtuviera el Premio Nobel.
Un mundo conmocionado y hastiado de la guerra vio emerger la figura emblemática de un hombre que proponía nada menos que un nuevo orden cósmico. Los periódicos del planeta anunciaron que las ideas newtonianas habían sido derribadas y que la luz se doblegaba bajo el influjo de la gravedad. Si agregamos el carisma personal de su proponente y el cultivo de la irreverencia; tenemos un candidato a vedette. A Einstein le atraía el vedettismo, y salió del closet científico a las pasarelas del mundo.
Por si fuera poco, era alemán y Alemania volvería a ser el centro de las miradas del mundo gracias a la segunda guerra. Su pacifismo radical y sus posiciones en contra del militarismo alemán lo resaltaban. Además era judío, la comunidad proscrita por el régimen nazi. Einstein solía decir: «Si mis teorías resultan ciertas, los franceses dirán que soy universal y los alemanes dirán que soy alemán; pero si resultan falsas, los franceses dirán que soy alemán y los alemanes, que soy judío».
Hay que considerar también su paradójica relación con la bomba atómica: la relatividad explica el origen de la energía nuclear liberada en la bomba, lo que llevó a muchos a tildarlo, falazmente, de Padre de la bomba atómica. Además, aunque pacifista convencido, su firma encabezaba la solicitud al presidente Roosevelt para que el gobierno de los Estados Unidos emprendiera la construcción de la bomba.
Sus teorías tocan aspectos fundamentales de la realidad, y establecen que nuestras nociones de tiempo y espacio no siempre son válidas: nos enseñó que podíamos estar equivocados.
La incomprensión de sus teorías por el gran público y la invocación levemente mística de términos como «continuo cuadri-dimensional» o «curvatura del espaciotiempo», capturan la imaginación colectiva y favorecen la leyenda.
Sólo la conjunción de complejas circunstancias personales, políticas, sociales, científicas e históricas, es capaz de explicar cómo un científico exitoso como Albert Einstein, puede convertirse en un «top star», y símbolo inequívoco del siglo XX.
Héctor Rago