Si hay algo constante en el universo, es el cambio, el incesante movimiento. Las piedras caen, los ríos fluyen, las moléculas vibran, los planetas giran alrededor de estrellas de las que brota luz, las galaxias bailan una danza cósmica, el universo entero se expande…
Las teorías fundamentales son esencialmente modelos de cambios. Desde los tiempos de Newton las ecuaciones básicas de la física expresan las tasas de variación en el espacio y en el tiempo, de diversas magnitudes físicas.
Sin embargo, para que las soluciones de estas ecuaciones describan correctamente al mundo, ellas deben contener unas cantidades que en cualquier lugar y en cualquier instante, permanecen inmutables. Ellas son las constantes universales de la física.
La constante universal de Newton es una de ellas. Su valor determina la intensidad de la fuerza de gravedad en la ley de gravitación universal. Otra constante es la carga del electrón. Todos los electrones del universo, en cualquier lugar y siempre, tienen el mismo valor de la carga eléctrica. Este valor determina la intensidad de las fuerzas electromagnéticas y es fundamental en el electromagnetismo.
El famoso quantum de acción, la constante de Planck, introducida por Max Planck en 1900, que determina las incertidumbres intrínsecas del mundo subatómico descritas por la teoría cuántica, es otra de las constantes universales.
La velocidad de la luz en el vacío, máxima velocidad posible en nuestro universo, es la constante fundamental de la teoría de la relatividad.
Estas constantes y unas cuantas más, como la masa del electrón y otras partículas, definen el universo en el que vivimos. Ellas gobiernan las intensidades de las fuerzas básicas que moldean nuestro universo. El tamaño de los átomos, el modo de brillar de las estrellas y la manera como se expande el universo, dependen de ellas. Toda la magnífica diversidad que atestiguamos, desde el mundo cuántico hasta el cosmológico, desde las partículas elementales, pasando por los seres vivos, hasta las estrellas y galaxias, es consecuencia del delicado balance de estas constantes universales.
No sabemos a ciencia cierta por qué tienen los valores que tienen. Estos valores deben ser obtenidos de las observaciones y los experimentos, pero los físicos tienen esperanzas de que algún día puedan ser calculadas teóricamente. El universo luciría radicalmente distinto si las constantes fundamentales tuvieran otros valores.
Es una suerte que nuestro universo tenga constantes universales y leyes compatibles con nuestra existencia. De lo contrario, no habría quién para lamentarlo.
Héctor Rago