En el siglo XVI Giordano Bruno fue incinerado por sostener que había en el universo, una infinidad de mundos como el nuestro. Hoy los astrónomos han descubierto cerca de dos mil planetas que orbitan alrededor de otras estrellas y no de nuestro sol. Son los exoplanetas.
A pesar de que no había mayores dudas de que procesos similares a los que originaron el sistema solar, debían darse de manera rutinaria en otras estrellas, fue apenas en 1995 cuando se confirmó la detección del primer exoplaneta. Tan sólo recientemente la humanidad dispone de una tecnología suficientemente poderosa como para observar y estudiar otros sistemas planetarios.
La cacería es ardua. Los planetas son pequeños, no emiten luz y además están girando alrededor de estrellas cuya luz nos hace más difícil observarlos.
Pero unos cuantos han sido vistos directamente, sin duda los más grandes, que pueden tener hasta tres veces el tamaño de Júpiter. Los demás se han detectado por métodos indirectos. Por ejemplo, a medida que el planeta gira alrededor de la estrella, por reacción ella también se mueve. La luz que la estrella emite trae la información de este movimiento y de allí se infiere la existencia y masa del planeta.
Otro método usado se basa en el cambio del brillo de una estrella cuando el planeta se atraviesa en la línea de visión de nuestros telescopios y ocurre una especie de mini-eclipse. El cambio del brillo de la estrella indica la presencia del planeta.
Finalmente, gracias al enfoque gravitacional, el fenómeno predicho por Einstein en el que la gravedad de un cuerpo curva la luz cercana, es posible detectar también planetas.
Los astrónomos están particularmente interesados en la detección de planetas de tamaño similar al nuestro, orbitando en la “zona habitable”, ni tan cerca de la estrella donde las temperaturas son abismalmente altas, ni tan lejos donde no pueda existir agua en forma líquida. Están buscando naturalmente las condiciones donde pueden aparecer los complejos fenómenos que describe la bioquímica.
Toda una sofisticada tecnología al servicio de estos cazadores de planetas. El juego apenas comienza y el resultado puede tener consecuencias asombrosas para entender nuestro lugar en el universo.
Héctor Rago
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